Añoranza por la Conga

Fotos: Conga cubana contra la homofobia y la transfobia en Pinar del Río, 2018, por Susana Hernández Martín.

La frase de que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde resonará ahora en muchas cabezas y pesará todavía más sobre muchísimos corazones: justo cuando pensábamos que tocaba lanzarse a las calles con el orgullo renovado, ondear las banderas más alto y gritar las consignas más claras nos enteramos que este mayo la Conga no será más que caldo para la nostalgia.

Con el tono de quien publica un obituario, CENESEX confirmó que, mientras que el resto de las actividades de la Jornada Cubana contra la Homofobia y la Transfobia se mantienen en programa, por primera vez en 12 años les activistas no marcharemos por las calles habaneras ni por ninguna avenida de la ciudad sede, que en esta ocasión es Camagüey.

Sobre la Conga nunca hubo un sentimiento homogéneo, de hecho uno de los debates más frecuentes de esta fecha siempre ha sido entre quienes la veían como un espacio de poder, quienes la consideraban como una acción carnavalesca y vacía sin connotaciones reales para el avance de nuestros colectivos y también quienes se negaban a incluirse como activistas en una celebración convocada desde instancias estatales.

Sin embargo, al margen de los diferentes posicionamientos perdemos un espacio de expresión y reclamo. Después de más de una década de tradición se refuerza la situación de incertidumbre en que siempre hemos estado, porque la suspensión de la Conga contradice el discurso progresista sobre los derechos de las personas LGBTIQ+ en Cuba y nos arrebata de las manos uno de los momentos de mayor visibilidad política y social que teníamos en el año para celebrar con orgullo nuestras identidades.

Esta decisión refuerza los imaginarios que vinculan la diversidad sexual con la enfermedad, el delito y el pecado, fortalece a quienes enarbolan estos prejuicios desde cualquier instancia de la vida social y religiosa en nuestro país, y debilitan un poco más nuestra confianza en la voluntad política del Estado, que a la vez que dio el paso significativo de proscribir la discriminación por orientación sexual e identidad de género en la Constitución, tomó la determinación de llevar a referendo derechos humanos que tiene la responsabilidad de garantizar.

La misma decisión confirma que como activistas no podemos limitar los esfuerzos por celebrar nuestras identidades y exigir nuestros derechos a un momento específico del año o una actividad en particular, sino que debemos convertir cada escenario de la vida en una oportunidad para el empoderamiento.

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