“Pasar” en los bares tiene que pasar

Ilustración por Haydee Fornaris Chavez

¿Te ha pasado que en medio de un bar cualquiera, cuando suena la canción que más les gusta a las dos, has querido darle un beso a tu novia? ¿Ha sucedido que en lugar de besarla escogiste agarrarle la mano un instante con ternura? Si te ha ocurrido, es que escogiste “pasar”, en lugar de atraer miradas molestas sobre ustedes.

Esta situación no es aislada, no la has vivido solo tú y sucede cada vez que las personas LGBTIQ+ limitamos la expresión plena de nuestras identidades en espacios donde sabemos que cualquier transgresión de la heteronormatividad puede hacernos el centro de las burlas, el rechazo e incluso la agresión física.

Los bares y centros nocturnos, no son los únicos lugares donde a veces nos empeñamos por “pasar”, pero el esfuerzo resulta mucho más pesado en esos espacios, porque asumimos que están diseñados para que disfrutemos un rato divertido, nos relajemos y expresemos como somos, a diferencia de otros ambientes con reglas más estrictas como la escuela o el trabajo.

Existen muchas razones por las que las personas LGBTIQ+ escogemos el camuflaje antes que exponernos en lugares donde los prejuicios habituales se mezclan con otros factores como el alcohol.

Seguramente has experimentado o escuchado sobre alguna de estas situaciones:

La administración del bar expulsa a dos hombres por lo que considera una inmoralidad: tirarse una selfie besándose.

Una joven, ofendida porque otra le ofrece un trago o la invita a bailar, le aclara en un tono amenazante y bastante alto para que los demás la escuchen, que no es tortillera como ella.

Un enjambre de hombres hambrientos rodea a una pareja de muchachas que se paran a bailar. En el menor de los casos las miran como si fueran una película porno en tiempo real y en el caso de los más atrevidos llegarán a sugerirle, desde su propia visión falocéntrica, que tienen lo que le falta a esa relación.

Una mujer trans entra a un bar y la reciben decenas de ojos indiscretos con una dosis extra de críticas y burlas.

Frente a la posibilidad de situaciones humillantes o molestas siempre tenemos la opción de “pasar”: pasar como heteros o como amigues, pasar sin que nos noten, sin que nos marquen, pasar, en definitivas, sin maltrato. Lo que ocurre es que después de un tiempo la costumbre de “pasar” se queda y nos empieza a parecer que lo normal es esconderse.

Para muchas personas una solución sencilla es que existieran más bares LGBTIQ+ donde sentirse libres para ser ellas mismas, pero la libertad no debería tener “lugar ni momento fijo”, ni el respeto debería ser una condición circunstancial sino permanente en todos los espacios donde existimos.

El primer responsable de que los lugares sean más acogedores y seguros para todas las personas es el Estado, que en Cuba ya proscribió constitucionalmente la discriminación por orientación sexual e identidad de género pero ahora tiene que materializar ese deseo no solo en herramientas legales concretas que podamos usar para exigir nuestros derechos en cualquier situación, sino también en una cultura de respeto radical en establecimientos particulares y estatales.

Algunas herramientas ya existen, como por ejemplo el Decreto-ley №357 publicado a mediados de 2018 en la Gaceta Oficial para el sector privado, que establece una multa de 2 mil pesos y la cancelación de licencias hasta por dos años para quienes ejerzan o permitan actitudes de discriminación por motivos como el género y la orientación sexual en sus negocios.

No obstante, existe una responsabilidad personal ineludible porque cada persona LGBTIQ+ que escoge esconderse valida el prejuicio de que nuestras identidades son marginales, vergonzosas e incorrectas; le confirma a quienes nos desprecian que tienen ese derecho y, por si fuera poco, ese estado de invisibilidad alimenta la creencia de que somos una minoría cuyas necesidades no son un asunto prioritario.

Visibilizarnos con orgullo como somos puede ser aterrador y es un camino que cada quien transita a su propio ritmo, lo sabemos, pero aunque el precio inicial pueda ser el rechazo, los resultados a largo plazo conducen inevitablemente a un estado de bienestar que todas las personas merecemos.

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