Ilustración por Evelyn Batista
Linda Gilsa Blanco asegura que su poesía es un grito, una manera de exorcizarse que a veces puede ser un poco agresiva: su poesía es una protesta. Cree también que en su obra se mezclan todas las dimensiones de su identidad como mujer negra, poeta, lesbiana, activista por los derechos LGBTIQ+ y profundamente espiritual.
A punto de publicar su primer cuaderno “El beso en la llaga” con Ediciones Loynaz, la escritora, que es graduada de Psicología y pertenece a la sección de literatura de la AHS de Pinar del Río, cuenta que comenzó a tomarse en serio la literatura cuando salió del grupo de Teatro Callejero Medioambiental (TECMA), donde trabajó como actriz durante ocho años.
Antes de este libro, participé en una antología de poesía femenina que se llamó “Caleidoscopio”, con la que me di a conocer, y luego la Loynaz se interesó por hacer un cuaderno completo, explica a nuestra revista.
Su pasión por transformar el mundo se fortaleció a partir de su vinculación con la Educación Popular desde que era prácticamente una adolescente y luego con su acercamiento a Safo, la red de mujeres lesbianas y bisexuales en Pinar del Río.
“Todo eso llegó a mi vida mezclado, toda esa necesidad de hacer cosas cada día más profundas por el mundo, de lograr al menos un leve mejoramiento y que las personas vivan un poco más libres y desprejuiciadas”, comenta.
Según la poetisa, es evidente que en Cuba se ha avanzado mucho en materia de derechos humanos para las personas LGBTIQ+ a la vez que reconoce que esa es una lucha en la que posiblemente no nos alcance la vida para ver el final.
Sin embargo, a pesar de que sigan existiendo muros o que parezca que el paso que damos es demasiado corto, es preciso no rendirse jamás, aunque el camino sea difícil, porque en definitivas el amor, si es preciso, debe costarnos la vida.

SUEÑO NUPCIAL
Ahora que ese anillo busca posarse en mi dedo con demencia y un clérigo pone en juego tan santo oficio; ahora, que aún podemos distinguir un fusil de un ramo de azucenas, declaro: que acepto ser la novia eterna de esa mujer repleta de gaviotas y prometo acompañarla en la alegría y en la tristeza de saber que alguna tarde puede quedarse descolgada de su beso. No habrá convalecencia, de ella puede obtenerse el oxígeno para salvar enfermos. A su lado estaré en la soledad del cuarto cuando deje caer el traje de señora recatada y aparezca ante mí la mujerzuela, rica o pobre, qué más da si ella inventó el don del erotismo. Por esta depravadísima felicidad de oro, Le haré un nudo a la gota de promiscuidad que absorbe a los amantes. La llamaré reina, ave… hasta que la muerte nos… ¡Perdone, Padre, Que interrumpa así la ceremonia! Si usted me lo permite seré el gusano que la devore cuando muera, el jazmín reabierto o deshojado, pero siempre fiel sobre su tumba.
NECESIDAD
Si yo pudiera parir un verso, un solo verso que se despegara del papel y agarrara a este siglo por la raíz y lo domara, uno que logre sacarle los órganos a los continentes y escurrirle de un tirón la cocaína y el insomnio; Si alcanzara a zurcir la herida en el Ozono con mi verso, a devolverle al perro su amigo y al hip hop y al rock and roll, lo arrebatado. Si consiguiera fabricarle a cada niño un barquito de papel; ser el rayo despedazando al cáncer, al Sida, a la epilepsia o hacer que griten los libros a la hora de internet. Mi verso, si pudiera, desterraría al dólar de las urnas, demolería las fútiles televisoras y plantaría una bandera blanca en cada punto cardinal.
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*Poemas del cuaderno “El beso en la llaga”, que la autora publicará próximamente a través de Ediciones Loynaz.
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