Foto por Joel Hernández Marín / Modelos: Shanty y Yamira.
Quería que este fuera un artículo sobre cómo ligan las mujeres lesbianas o que salen con otras mujeres. Uno de esos famosos: “10 consejos para conquistar a la muchacha que te vuelve loca” o “De mirar a besar en 5 pasos”, pero el tema no es exacto como las matemáticas, así que preferí contar las historias de varias amigas que pueden ser inspiradoras para quienes les guste tomar la iniciativa.
Primero quisiera compartir una idea que me parece curiosa: muchas de las amigas, conocidas y hasta extrañas a las que le pregunté sobre sus trucos para acercarse a una chica que les atrae, me aseguraron que ellas nunca daban el primer paso, que a ellas siempre las ligaban.
No obstante, esas mismas personas reconocían que en algunos espacios se atrevían a utilizar una mirada entre sutil e insistente –de las que pesan en el cuello y te levantan en peso, imagino- y quizás una sonrisa para sugerir interés.
Lo que al principio consideré una falta de creatividad total, en realidad puede tener varias explicaciones: las mujeres aprendemos desde pequeñas que somos objetos y no sujetos de conquista, que debemos esperar pasivamente a que nos seduzcan, a ser las depositarias de los gestos y no quienes los realizan.
Si a eso le sumamos el estigma que pesa sobre las personas no heterosexuales, la incertidumbre de no saber si quien nos llama la atención se siente atraída por las mujeres y el temor a la vergüenza o al ridículo si nos equivocamos evaluando, pues tenemos una mezcla que nos inmoviliza más de lo que el deseo nos dice que actuemos.
Sin embargo, hay muchas atrevidas que retan los esquemas culturales que aprendieron desde niñas y no entienden de obstáculos o miedos cuando descubren en un bar, en la escuela, en el barrio, en el trabajo y hasta en una guagua a una mujer que les mueve el piso. Aquí les dejo varios ejemplos… ¡Tomen nota!
Una amiga me cuenta que cuando vio a la que ahora es su novia jugando con su niño en el parque aprovechó un minuto en fue a comprar granizado para preguntarle al pequeño el nombre de su mamá. Gracias a la guía de Etecsa y a las amigas que la ayudaron a filtrar la “Liset González” correcta entre más de 15 contactos, obtuvo su número y le mandó un mensaje en el que la invitaba a un café.
Dayi tiene muchas historias pero se ríe con esta que pudo haber terminado en un “no” rotundo y que por suerte le funcionó. Casi al final de una fiesta se le acercó la muchacha a la que había estado mirando toda la noche y se quejó del pésimo gusto musical del DJ. Ella sin pensarlo contestó: “¡En mi cuarto la música es mucho mejor y hasta puedes ser mi bailarina privada!”.
A Mercy, los años y el amor que comparte con su pareja hace más de una década quizás le han oxidado un poco los mecanismos de conquista pero recuerda cuando iba a las fiestas de 10 pesos con una fosforera en el bolsillo aunque no fumara, para que a ninguna mujer hermosa le faltara fuego en cuanto sacara un cigarro. Luego su sentido del humor hacía lo demás.
Como Niurka vive lejos del centro de La Habana, pasa casi dos horas del día montada en una guagua, un espacio en el que ha tenido varias victorias románticas. “Una vez en pleno invierno conocí a una muchacha que me ayudó a cerrar la ventana del P1 porque hacía mucho viento. ¡Cuando nos bajamos ya me había dado su teléfono! La primera noche que fuimos al Mella, la cogí del brazo con el pretexto del frío y fui bajando poco a poco hasta que en algún punto íbamos de mano por toda Línea”.
Personalmente, la primera vez que conquisté a una mujer estaba tan nerviosa que aposté por algo simple: le llevé una flor que corté de camino a su casa. Después de ese día no hicieron falta muchas palabras, porque una vez que tenemos el valor de dar el primer paso, las pasiones nacen en el otro cuerpo como el romerillo silvestre en los rincones de cada jardín.
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