Para el Dr. Alberto Roque Guerra, la aprobación del matrimonio igualitario en Cuba es una estrategia política que apoya por su capacidad para cambiar y arrebatar privilegios, según explicó ayer durante su intervención inaugural del Taller de formación de capacidades para el ejercicio de ciudadanía: “Familias, derechos y activismo LGBTIQ+”, que celebra el proyecto Afroatenas en Matanzas durante esta semana.
El reconocido activista LGBTIQ+, que ha manifestado públicamente su rechazo hacia el matrimonio como una estructura conservadora, reconoció sin embargo durante la conferencia “Familias, derechos sexuales y activismo”, que no es ético privar de ese derecho a quien decida ejercerlo por su posición personal, religiosa o filosófica.
Explicó que, hasta que no se apruebe otra cosa, el matrimonio está anclado en el enfoque burgués de lo que es una familia y aun cuando Cuba está intentando construir el socialismo, ni siquiera los cambios más radicales de la Revolución cubana han erosionado un poco esa figura legal.
En este sentido, admitió que reconocer el matrimonio para todas las personas como un derecho constituye una migaja, pero es una migaja que tiene un importante valor de representatividad y reconocimiento. “No es un derecho lo que estamos pidiendo, es reconocimiento”, aseguró.
Representa un paso para suprimir la visión históricamente excluyente que ha existido sobre las uniones heterosexuales como “naturales” y subvertir ese orden que en definitivas cuentas es simbólico y está estructurado como la base exclusiva de la familia moderna, afirmó.
Para Roque, resulta imprescindible conocer el origen y la historia del concepto de familia –que es histórica, social y cultural pero también dinámica y cambiante, según sus palabras– si queremos desarticularlo y transformar la estructura del matrimonio en pos de otra más democrática.
Comentó también que no le interesa un matrimonio igualitario que reproduzca el patrón heterosexista o que no intente modificar los antivalores que se comparten en el seno de la familia, un espacio donde aprendemos muchas veces a discriminar, a ser violentos, a excluir y a ser racistas.
De hecho, recordó que muchas de las cosas que hacemos en el activismo son des-aprendizajes que hay que incorporar, para al menos adquirir una distancia crítica y después cambiar nuestras familias.
Durante su conferencia revisitó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un documento que ya necesita numerosas actualizaciones pero que en su criterio establece bases interesantes sobre las que se articulan las legislaciones contemporáneas de la mayoría de los estados de derecho, y los Principios de Yogyakarta.
Al encuentro previsto hasta el viernes asisten promotorxs de salud, estudiantes y profesorxs de la Universidad de Matanzas, integrantes de Clandestina, de la Iglesia de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM en Cuba), de la Alianza Afrocubana, del Movimiento Estudiantil Cristiano (MEC), entre otres, con la expectativa de aprender, compartir experiencias y crear alianzas para fortalecer el trabajo que realizamos desde diferentes espacios.
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