Cuba tiene sus osos, una especie de hombres fascinantes que combinan en la misma medida los conceptos tradicionales de rudeza y ternura, y reflejan la diversidad de expresiones que existe dentro de los colectivos LGBTIQ+ para describirse y nombrarse.
Los artistas Samuel Riera y Derbis Campos, a cargo de Riera Studio, están entre las personas que han trabajado intensamente durante los últimos años por promover un sentido de comunidad entre los osos, de los cuales ellos forman parte, por lo que son una voz imprescindible para entender la historia de la todavía joven manada cubana.
Ambos fundadores del Club de Osos reconocen que siempre han tenido un interés particular en la subculturalidad artística y social, como, según ellos, se denomina peyorativamente a los fenómenos periféricos aunque en realidad es un concepto que enriquece a la sociedad y dentro del cual ubican a este movimiento de hombres gay de cuerpos grandes y carácter cálido.
Como muchas de las clasificaciones relacionadas con las personas LGBTIQ+, el concepto de “oso” nació en Estados Unidos, en el contexto de la revolución sexual de los 70 como una manera de nombrar a quienes, al decir de Derbis, se muestran como “hombres fuertes, con un poquito de sobrepeso, velludos, con barba, masculinos, masculinos, aunque a partir de ahí hay muchas derivaciones”.
Existe algún consenso sobre que la primera referencia a esta comunidad apareció en el periódico The Advocate, donde se publicó el artículo ¿Quién es quién en el zoológico?, del periodista George Mazzei e ilustrado por el caricaturista Gerard Donelan, en julio de 1979, sobre los animales a los que se parecían algunos grupos según su estética y su comportamiento.
La publicación describía a los osos como hombres con pechos y barrigas más grandes que la media y piernas musculosas. Con tanto pelo que resultaba imposible utilizar un peine, de risa fácil, buen humor y naturaleza cándida, lo que los convertía en excelentes compañeros.
Según el texto, les encantan la cerveza y las motos, lo cual es comprensible si se tiene en cuenta que los primeros en utilizar la palabra “osos” fueron hombres que pertenecían a clubes de motocicletas en California, como especifica el artículo A brief history of the gay bears and big boys scene.
San Francisco fue otra de las ciudades donde a partir de los años 60 comenzaron a aparecer bares en los que se reunían estos hombres grandes y de mucho pelo, que vestían uniformes y chalecos de cuero, y que rápidamente fueron identificados como un fenómeno muy específico y peculiar.
Actualmente la categoría se ha expandido a todo el mundo, donde los osos cuentan con espacios particulares donde reunirse, eventos internacionales, festivales, revistas, libros, subcategorías y hasta rutas de cruceros que más que una tipología conforman una cultura que poco a poco ha ido llegando a la isla.

En Cuba, los primeros pasos según cuenta Samuel, los dio el Club Vanguardia, al que Derbis pertenecía. “Eran como tres o cuatro personas, un grupo muy reducido, muy cerrados, muy exclusivos. Tenían un pdf que se llamaba Cubanoso, con información internacional que mandaban por correo”.
“Aquella publicación pesaba 700 y pico de KB para que pasara por el correo –recuerda– tenía una pixelación horrible. Esa fue una iniciativa positiva por la que yo conocí sobre lo que era el mundo de los osos”.
En cuanto a la historia del Club de Osos, demuestra que en Cuba existen no solo muchas personas que se identifican como tal sino admiradores, lo que en el argot tradicional se reconoce como “chasers” o cazadores, que siempre andan a la búsqueda de un oso.
Derbis y Samuel cuentan que para abrirlo, alrededor del año 2015, lanzaron una convocatoria a través de una red de mailing y la repuesta fue impresionante. “No te puedes imaginar cuántas fotos nos mandaron de gente que querían ser osos y no entraban en los perfiles absolutos de nada”, comentan.
Para ellos, aunque consideran que en Cuba el patrón más popular sigue siendo el hombre gay delgado, todo el mundo quiere un oso, como los peluches, todo el mundo quiere al muscular bear–como describen a los que tienen un cuerpo más tonificado– alrededor de sí.
Sobre los objetivos del Club de Osos, explican que lo que más les interesaba era crear un espacio de interacción para personas con los mismos gustos pero que hasta ese momento no socializaban porque no existían lugares donde encontrarse y conocerse.
Riera Studio fue sede de las primeras actividades sociales que realizaron, tipo fiestas, donde había una mesa con información. “Hicimos planillas de inclusión con preguntas como qué es un oso, qué te parece y por qué te consideras un oso. El primer día pusimos las planillas para ir conformando los perfiles en la página”, aseguran.

Dicha página fue otra de las iniciativas que desarrollaron a través de la plataforma Cubava. “Tuvimos la idea de crear esta plataforma online donde las personas pudieran interactuar de alguna manera. En esa época no había internet en los teléfonos como ahora, la gente tenía acceso por los centros de trabajo y la única plataforma que usábamos la mayoría de nosotros era Infomed”, explica Samuel.
“Montamos el blog con una estructura casi de página web donde poníamos los correos electrónicos de quienes daban su aprobación y las personas se comunicaban entre ellas. Teníamos secciones de definición, informativas, por ejemplo sobre cómo nació la bandera del Club de Osos. Había además una sección de arte, fotografía y luego tuvo literatura”.
“La cosa empezó a ponerse fea –comenta– cuando comenzamos a publicar fotografías donde había desnudos pero desnudos que… ¿qué te voy a explicar? Yo he estudiado arte toda mi vida y el desnudo nunca ha tenido un problema para mí. Puedo definir cuando un desnudo explícito se acerca hacia lo pornográfico o no”.
“Evaluábamos perfectamente todas las imágenes, buscando fotógrafos del mundo bearque tuvieran fotos espectaculares. No había escenas directas ni del ano ni del pene, eran fotos de costado, el hombre desnudo pero lo único que veías era la silueta, sus pectorales, el típico oso con todas sus variantes. ¡Ya! Dijeron que estábamos publicando fotos pornográficas”.
Les pusieron una alerta, ellos argumentaron por qué aquello no era pornografía, escribieron directamente al joven club donde radicaba la plataforma, intentaron explicar que había todo un movimiento de literatura explícita nacida en los 90 pero, de hecho, el cierre definitivo del blog llegó con la literatura.
“En ese punto decidimos trasladarlo a Blogspot y también abrimos Facebook, pero ya estábamos así como: ya hemos trabajado tanto…”, confiesan.
Por otro lado, que el club funcionara como tal resultó más problemático de lo que esperaban sus creadores: las actividades se pagaban de su bolsillo, a las que se hacían asistían las mismas personas y había otras que solo interactuaban online, no físicamente, porque les daba pánico que los descubrieran.
Samuel y Derbis han visto una característica en los osos cubanos que explica ese temor a la vida pública: muchos han mantenido o mantienen una doble vida. “Cuando no tienes ningún tipo de amaneramiento o muy poco –consideran- te ha sido más fácil tener una conducta social de heterosexual. No ha sido complicado tener una mujer, una familia y mantener esa conducta en el clóset. Por eso la mayoría en Cuba son personas que tienen una familia heterosexual”.

A pesar de que el club está inactivo ambos insisten en los beneficios de contar con un espacio como este, especialmente para los más jóvenes, gente de veintipico de años que han escondido su cuerpo toda la vida por ser más bien obesos. Afirman que esas personas tienen que saber que hay un mundo para ellas, que pueden disfrutar su cuerpo, que hay gente que gusta de ese cuerpo.
El espacio promovió un sentido de identificación en un contexto donde los individuos, dice Samuel, tienen la autoestima muy baja. “No aceptan la homosexualidad en tu barrio, te ven mal y es muy difícil que alguien de 14 o 15 años te diga que es bear, no te lo vas a encontrar. Puede ser que entienda que es homosexual pero como grupo social no, porque no sabe todavía ni dónde buscarlo. [Sin embargo] Cuando entran al club abren ampliamente su camino y siguen adelante”.
En la actualidad, aunque la manada se encuentra dispersa y el club permanece en stand by, resulta imprescindible destacar su valor como una de las iniciativas más importantes en el despertar de los osos cubanos de su largo período de hibernación.
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