Rompiendo el muro: Arte y representación LGBTIQ en Cuba

Por Norge Espinosa, dramaturgo, crítico, investigador, poeta y activista LGBTIQ desde el arte.

En portada: imagen realizada para acompañar los debates del Foro Debate Virtual: 11M, a un año de la marcha / Roberto Ramos Mori (Copyleft)

Esta intervención se realizó en el marco del Foro Debate Virtual: 11M, a un año de la marcha. Moderó el intercambio el activista Lázaro Benítez.


Siempre haces énfasis en la necesidad de crear espacios de libertad que no vengan pactados de antemano por ninguna regla, por eso me gustaría iniciar este diálogo escuchando tu criterio respecto a esa suerte de historia de marchas, actos y manifestaciones de diversa naturaleza, que ha producido la comunidad LGBTIQ en Cuba. ¿Qué han sido, qué han generado, ya sea en términos legales, sociales, de derecho, educación?

Es 11 de mayo, un año después de estos acontecimientos que definitivamente pueden comprenderse como un punto de giro, en la historia apretada, intensa, fragmentada y muy compleja, de las relaciones entre poderes políticos, comunidades, diversidades sexuales en Cuba y otros estratos de la sociedad cubana; porque lo que sucedió el 11 de mayo definitivamente puede ser entendido como un fenómeno que da voz y da presencia a otras necesidades de la sociedad cubana más allá de la sexualidad de quienes provocaron este acontecimiento.

En realidad, recuerdo ahora, por ejemplo, en una página de Mapa dibujado por un espía, una de los novelas póstumas de Guillermo Cabrera Infante, que relata el regreso de este escritor a La Habana de 1965. Él cuenta cómo Antón Arrufat, un importante escritor cubano, vivo aún y que puede dar fe de varios de estos acontecimientos también, llegó un día a su apartamento cuando se enteraron varios homosexuales de La Habana que se preparaba una especie de redada contra ellos, para invitar a que salieran a la calle, todos en una marcha para defender sus derechos.

Por supuesto, también Cabrera Infante le convence de que eso no es posible y que va terminar todo muy mal, puesto que el contexto de la época para nada ayudaba a ese tipo de expresiones en una Cuba que ni siquiera tenía noticias de lo que estaba ocurriendo en otras partes del mundo acerca de estas expresiones y cómo las comunidades que se iban empezando a formar en distintas naciones también iban poco a poco avanzando hacia este tipo de expresiones públicas.

En Cuba el espacio público es muy controlado, es un espacio altamente politizado, hay numerosas consignas que dan fe de cómo la calle ha servido de escenario en términos de performance para ratificar a una visión política estrecha, muy apegada a valores por desgracia no siempre progresivos en términos de cómo entender otras voces, otros colores, otras texturas en la sociedad cubana.

En el contexto actual donde está además influyendo profundamente, el trabajo que hacen muchos desde las redes, desde los espacios del mundo virtual, esto ha caldeado mucho la atmósfera y hoy por hoy, pensar en espacios públicos en Cuba, significa también recoger voces muy diversas en otro tipo de encontronazos, conversaciones y en protocolos de diálogos que evidentemente al cubano le faltan mucho por entender y por ganar.

En Cuba durante los años sesenta y setenta salir a la calle tenía una carga básicamente de reafirmación política que no incluía estos discursos de la sexualidad. Ya se sabe que el patrón de conducta que en ese momento imperó tuvo que empezar a negociar con los sexólogos a partir justamente de cómo determinados tabúes, determinados atabismos seguían presentes en la sociedad cubana y eso no siempre avanzaba de manera paralela a la política pública que la Revolución estaba organizando en otros estratos y ofreciendo al mundo como una visión más abierta de lo que estaba pasando en Cuba.

Pero en ese sentido el arte ha sido un canal fundamental y yo creo por eso desde mediados de los 80, con la erupción en la calle por ejemplo de artistas plásticos o determinados directores teatrales o determina aparición en las letras de estas temáticas, empezó a ganarse la conciencia de que la galería social cubana se podía abrir y se debía abrir a este tipo de consideraciones.

Estamos hablando de un período muy largo de silencio, un período muy complejo que habría que analizar en términos de trauma para muchos de los homsexuales y lesbianas que durante los años 60 y 70 debieron acallar sus condiciones de personas con deseos sexuales concretos para hacer el performance de estar integrados a ese otro concepto de la sociedad cubana que nos excluía definitivamente, que no contaba con ellos.

Porque si revisamos la historia vemos cómo ha sido siempre un gran problema el modo en que desde los estatus de poder se considera al homosexual como una especie de sobrante de la sociedad, como una especie de figura que no está aportando nada en términos productivos y concretos ni a la familia, ni al Estado, y a partir de ahí se reproducen mucho tabúes y muchos fenómenos que siguen viendo al homosexual como algo que puede no estar o que debería incluso no estar.

Así que en ese ámbito, desde el arte, se aportaron voces, se aportaron presencias, se aportaron sobre todo preguntas, que yo creo que es importante estar siempre armados de interrogantes y preguntas, que poco a poco, en efecto, dieron la ilusión de que en los años 90 si el mundo socialista, si la apertura que Cuba vivió desde mediados de los 80 hasta principio de los 90 iba a consumarse como parecía, pues permitiría llegar a otras realidades.

Es por eso que a fines de los 80 y principios de los 90 está trabajando un director como Carlos Díaz, con la trilogía Teatro Norteamericano o Senel Paz está ganando justamente en 1990 con El lobo, el bosque y el hombre nuevo el premio Juan Rulfo que recoloca la narrativa cubana ante los ojos del mundo, a la figura del homosexual y a los conflictos particulares del homosexual cubano en relación con su valor ante la cultura, ante la política y ante la historia.

Existe un amplio temor, una sobra histórica cuando se piensa en gobiernos de izquierda en relación a temáticas LGBTIQ, tal vez podrías valorar en término de políticas públicas la situación cubana, si la comparamos con otros países por ejemplo de América Latina, que cuando fueron dirigidos por gobiernos de izquierda lograron grandes avances en estas temáticas.

Siempre hay que pensar que, incluso antes de que sucedieran los hechos de Stonewall, fue en Argentina, en el año 67, donde se gestó lo que hoy conocemos como Movimiento de Liberación Homosexual en el continente, y ese punto marca en la historia una determinada referencia que por desgracia no ha acompañado a las nociones con las cuales determinadas comunidades LGTB han podido organizarse a lo largo del tiempo hasta el presente.

Es también así que hay que considerar que muchos elementos de una historia de luchas de este tipo han sido silenciados, invisibilizados y lejos de servir ahora mismo como arma a entender el panorama de una forma mucho más activa por desgracia siguen siendo desconocidos y eso por ejemplo es algo que nos falta mucho en Cuba: un reconocimiento cabal de cómo se fue organizando este tipo de movimiento.

Por ejemplo en Cuba, las visiones políticas consideran que celebrar el día del orgullo gay, que está relacionado con los hechos de Stonewall, es rendirle tributo a una especie de festividad capitalista, y ya vemos que no, vemos que justamente en Argentina en el 67, en plena dictadura militar, había un grupo de homosexuales y lesbianas que empezó a oganizarse, de hecho ha dado fe un escritor tan importante como Néstor Perlongher.

Ahí viene el comienzo de una tradición que luego puede ser releída en correspondencia a una visión intensionada de la historia, intensionada de este tipo de luchas y que recupera nombres, presencias, figuras, mártires incluso de este tipo de batallar que deberían acompañarnos mucho mejor.

Pero es cierto que también desde la visión de la izquierda, lamentablemente hay países que si bien han tenido progresiones al respecto, otros mantuvieron una visión muy cerrada con respecto a esta misma temática.

En la Rusia por ejemplo de los bolcheviques durante un primer período de tiempo hubo una cierta tolerancia hacia la homosexualidad pero con la llegada de Stalin al poder volvió a penalizarse y ese patrón de mirada legal hacia el homosexual fue el que repitieron de alguna manera de modo mecánico casi todas las naciones del bloque socialista del este y cuando Cuba se integra a este período, también de alguna manera esa moral por supuesto logra entronizarse en el pensamiento y en el imaginario político y social de Cuba.

Luchar contra eso ha sido muy difícil pero también por ejemplo hay que recordar que sin la presencia de contactos por ejemplo con doctores de la Alemania democrática no se hubiera empezado a articular el Programa de Educación Sexual que en los años 80 presidió en Cuba la doctora Mónika Krause, que es una figura también importante en este devenir.

A partir de diálogos con la mirada mucho más avanzada y menos intolerante que doctores y especialistas de la sexología que venían de este ámbito, fue que empezó en Cuba a gestarse una posición menos inflexible con respecto a la presencia del homosexual y sobre todo al tratamiento de esta figura en términos médicos, en términos de medicina, de no entenderlo exactamente como una patología, como un paciente, que era lo que estaba, incluso en letra impresa, desde las actas del Congreso de Educación y Cultura del año 1971, donde se calificaba a la homosexualidad definitivamente como una patología social.

En Cuba hemos avanzado definitivamente en muchísimas cosas y tal vez por ello es de ahí que viene este, no te diría que desencanto, pero sí por lo menos esta gran incomodidad que hay al pensar que un país que por ejemplo en políticas como respecto a la del aborto ha sido tan avanzado y ha tenido una posición mucho más progresiva, pues con respecto a la temática de los homosexuales, su reconocimiento legal, el matrimonio igualitario y otras cuestiones que han sido muy discutidas desde la aprobación y el período previo a la aprobación misma de la propia Constitución pues no ha sido realmente tanto el avance que hayamos encontrado.

Y es un proceso que a pesar de lo mucho que se ha avanzado en el territorio del arte y en otros territorios de discusión pública, porque por ejemplo siempre reconozco que gracias al Cenesex se puso en la agenda pública una serie de cuestiones que hasta ese momento no se discutían a ese nivel, no formaban parte del vocabulario de muchas zonas de la sociedad cubana, pues al mismo tiempo esa presencia también implica una demanda mayor.

Creo que lo que ha faltado justamente ha sido la capacidad civil, política, histórica, de asumir primero grandes errores que se cometieron en el pasado contra la comunidad cubana LGBTIQ, y en segundo lugar ser capaces de, así como hemos hecho defensa enconada de determinados valores y defensa del ser humano en nuestro país, pues por lo menos ser consecuente con ello y también avanzar en esa discusión, sin tener por ejemplo que someter a plebiscito la posibilidad del matrimonio igualitario, algo que en Cuba no ha ocurrido con otros códigos y que lamentablemente todavía estamos a la espera, dentro de un tiempo que sigue extendiéndose, en el cual no vemos muchos avances, todavía estamos a la espera de que eso se acabe de aprobar.

Así que la relación entre países de izquierda que han tenido acciones progresivas sobre muchas cosas y otras no tanto, sigue siendo un dilema en el cual ahora mismo Cuba debería también encontrar su propia voz. Debería ser capaz de abrir una mesa de diálogo, de sentarse a repensarse en términos de país también desde la sexualidad y ya sabemos que eso para mucha gente sigue siendo una cuestión muy complicada y muy espinosa.

Lista de demandas de la comunidad LGBTIQ en Cuba

La lista de demandas irresueltas sigue siendo muy amplia todavía y creo incluso que si nos sentáramos, como esperaría que en algún momento ocurriera, a dialogar desde la comunidad LGBT, no solo desde el Cenesex sino desde las múltiples voces que legítimamente también la componen, porque cada cual aporta su biografía y su sentido de lucha, si sentáramos a todas estas personas a hablar con el gobierno esa lista de demandas podría incluso multiplicarse y hacerse mucho mayor.

No se trata solamente de una cuestión legal con respecto al matrimonio igualitario, no se trata solamente de ser reconocidos en un censo de población, no se trata solamente de alertar a profesoras, maestros y maestras con respecto al bullying en las escuelas contra niños y niñas que ya muestran su orientación sexual de una manera que no forma parte de la norma.

Creo que tiene que ver con un replanteo del dibujo social en Cuba, de la propia noción con la cual hoy el país, que ya ha pasado a un determinado estadío con respecto a su propia historia, su propia ética, está repensando la figura del individuo dentro de su propio proyecto y eso no debe dejar fuera definitivamente, no solo estas demandas que tienen que ver con el asunto de la sexualidad sino muchas otras.

Un punto de ataque muy desagradable que ocurrió cuando se empezó a someter a discusión la Constitución y el decreto 68, que incluiría la posibilidad del matrimonio igualitario y tal, fue que las personas no homosexuales consideraban que esto era una cortina de humo o era un pretexto para que la Constitución, aprobando un decreto de este tipo, no se encargara de asumir otras problemáticas de la sociedad cubana que también siguen siendo irresueltas.

Cuando hablamos de Cuba, hablamos de una sociedad que a partir de su proyecto ideológico ha obtenido determinadas garantías a sus ciudadanos pero también arrastra graves problemas en términos de la vida cotidiana, de la vida con la cual el cubano de a pie sobre todo tiene que enfrentarse en términos de alimentación, trasporte, vivienda, que son problemas verdaderamente agudos con los cuales, sin embargo, el cubano trata de encontrar respuestas no siempre legales, no siempre las más orgánicas pero gracias a eso ha logrado llegar hasta el momento en que estamos ahora.

En ese proceso ha sido fácil, de alguna manera, desdibujar la figura del homosexual, de la lesbiana, de la persona trans, del paciente de VIH/sida, o sea de todos estos componentes que también en la sociedad cubana han demorado mucho en ganar una voz, en ganar un rostro.

Todas estas demandas definitivamente forman parte de una agenda mayor y yo creo que no se va a resolver a través de una única voz que sea capaz o no de filtrarlas. Yo creo que se requiere definitivamente de un conjunto amplio, de discusión, de debate y de voces.

Hoy mismo cuando estamos haciendo este debate, se han producido otros foros en el espacio cibernético y yo creo que todos esos debates están bien, siempre y cuando se articulen desde el respeto, desde el conocimiento real de argumentos, desde el conocimiento cabal de esta historia que ha sido muy complicada y que imcluye además, no hay que olvidarlo, el dolor, el trauma, la separación de muchas personas para las cuales hoy todavía viviendo fuera de Cuba, pensar en lo que, siendo homosexuales y lesbianas, les ocurrió dentro de su propio país es algo que todavía merece no solo respeto sino unas disculpas que aún no han llegado.

Creo que tal vez esa lista de demandas irresueltas debería empezar por la demanda de esas disculpas, por la demanda de decirle a esas personas que han pasado por procesos para nada sencillos en sus vidas por ser homosexuales y lesbianas, todas estas cosas, pues “perdón”, y a partir de ahí creo que podría empezar a filtrarse un diálogo en el cual nos entendamos más, nos escuchemos mejor y hablemos más en conjunto.

¿Qué ha generado en el imaginario social cubano la marcha LGBTIQ del 11 de mayo de 2019?

Te lo cuento de una manera ya mucho más personal. Cuando ocurrió la suspensión de la Conga con la que el Cenesex abre cada año, abría cada año, su jornada de lucha contra la homofobia y la transfobia, yo viví un proceso de mucha decepción, porque ese era un espacio ganado.

O sea, yo prefiero discutir con el Cenesex a no tener un interlocutor, yo prefiero siempre tener interlocutores y lo que me molesta es cómo esos interlocutores que existen y deberían asumir este tipo de diálogo a veces se cierran rotundamente a una visión que no sea íntegramente la que ellos comparten.

Esa es una necesidad que tiene la sociedad cubana: encontrar interlocutores y mecanismos de diálogo que no satanicen ni politicen de inmediato una conversación en la cual los consensos también pueden generar nuevas maniobras y nuevas actitudes.

Pero esa decepción que sentí al principio se convirtió luego en una gran expectativa cuando vi que desde las redes personas que conozco y a las que quiero mucho, y otras a las que no conozco en absoluto, empezaron a organizar una convocatoria que me alentó y al mismo tiempo me hizo temer por ellos, por la tradición que ha habido en Cuba con respecto a este tipo de apariciones públicas no autorizadas, que movilizan otro tipo de criterios, etc.

Desde Santa Clara donde estaba con mi madre en el Día de las Madres, seguí punto por punto gracias a muchos que estaban conectados a las redes transmitiendo lo que estaba pasando lo que acontecía y fue un feliz dejavú el vivir desde esa perspectiva tal experiencia porque no pude olvidar que el primero de mayo de 1995 justamente en ese mismo espacio del cual salió la marcha hacia la calle Prado, un grupo de activistas americanos, cubano-americanos y cubanos, hicimos aparece por primera vez en un desfile del 1ro de Mayo, la bandera del arcoíris en Cuba.

Un acto completamente alucinado, completamente elegante. En el documental Gay Cuba, de Sonja de Vries, aparecen estas imágenes al final y siempre las veo, no solo para verme allí con las personas que formaron parte de ese grupo, sino para preguntarme si realmente fuimos capaces de hacer algo tan enloquecido.

Yo creo que hay que reformular en Cuba definitivamente la idea del activismo, crear una idea sólida de activismo para pensar en acciones como las que hoy podrían estar generando entre nosotros lo que ocurrió el 11 de mayo.

Es una fecha que no puede ser borrada y por eso creo que estamos haciendo este foro, no para contentarnos en exceso, ni para cantarnos glorias sobre esto, sino para pensarlo como un acontecimiento que evidentemente demuestra que hay una crisis que debe ser resuelta mediante diálogo, mediante nuevas colisiones, mediante posicionamientos claros con respecto a qué pensamos y a quiénes defendemos cuando hablamos de una sociedad cubana y de una comunidad cubana LGBTIQ.

Y que ese compromiso, que evidentemente tiene una carga política, no sea única y exclusivamente político para pensar a las personas que componen a esa comunidad, porque ahí se integran muchas voces, muchas perspectivas y en ese mismo momento en que ocurrió el 11 de Mayo, formaron parte de ese conjunto de personas que bajó pacíficamente reclamando sus derechos por la calle Prado, personas que formaban parte de esa comunidad y otras que no, que se aliaron a esa manifestación.

Yo creo que, de antemano presuponer que todo el que está haciendo acciones de este tipo es un enemigo, no nos va a llevar a ningún lugar. De antemano politizar una cuestión que, aunque incluya la política, también incluye políticas y biografías estrictamente personales, no nos va a ayudar tampoco en ninguna dimensión.

Creo que es un momento en que el 11 de mayo, en la memoria de todos nosotros, debe por supuesto responderse desde la biografía de cada cual y hubo personas que lamentablemente fueron detenidas, personas durante varias horas sin las que supiéramos dónde estaban, personas que incluso han tenido que abandonar el país después de haber pasado la experiencia, y otras que siguen en Cuba tratando de mantener viva no solo la memoria del 11 de mayo, sino todo el devenir que nos permitió llegar a ese lugar, comprenderlo en función de que la historia de Cuba no deje fuera a estas figuras, a estas presencias y sobre todo a estas interrogantes.

Yo creo que eso es el gran reto y el gran desafío, por eso recordar el 11 de mayo no es algo que estemos haciendo para restregar en la cara de nadie lo que sucedió o lo que no sucedió, sino para intentar hacer, como ocurrió en su momento, en Argentina con aquel primer movimiento que dio origen a Movimiento de Liberación Homosexual allí, o el propio de Stonewall de Estados Unidos, pues crear una mesa, una plataforma de diálogo, un sentido común para intercambiar criterios opuestos o encontrados en distintas dimensiones pero que den la verdadera noción de que en Cuba hoy viven personas a las que hay que dar no solamente un territorio de voces, sino también un sentido de respeto hacia lo que cada cual lleva consigo como biografía y sobre todo como proyecto de futuro.

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