Por Ulises Padrón Suárez
En portada: imagen realizada para acompañar los debates del Foro Debate Virtual: 11M, a un año de la marcha / Roberto Ramos Mori (Copyleft)
Esta intervención se realizó en el marco del Foro Debate Virtual: 11M, a un año de la marcha.
Creo que es importante pensar el espacio del 11M como punto de inflexión de elementos que tienen un recorrido dentro del movimiento LGBT cubano. A partir también de este hecho que es paradigmático dentro de la misma historia, el reclamo de derechos. Lo importante sería de alguna manera verlos en perspectiva.
Son tres puntos que para mí, que se relacionan precisamente con el carácter divergente, o con el mismo hecho del movimiento LGBT desde su propia formulación.
Uno de estos es qué constituimos nosotros como comunidad; el otro tiene que ver con la memoria de esa comunidad y el tercero es el capital político de las personas LGBT en Cuba.
Cuando hablo de comunidad no hablo precisamente de aquel espacio físico. Creo que con la pandemia bastante se ha podido dinamizar esa teoría de comunidad como un espacio físico, cerrado, excluyente, sino pensarlo más bien como un espacio abierto, fluido, donde las personas entran y salen, o donde las personas dejan una huella.
Las comunidades, o la inscripción de una comunidad, son un escenario imaginario y ficticio, o sea, son un escenario artificial que uno tiene que ir constantemente dejando una construcción de lo que es, de lo que no es, de dónde está.
Evidentemente cuando hablamos de comunidad LGBT, no podemos hablar de una comunidad LGBT, y menos en estos tiempos, sino que hay que hablar de varias comunidades LGBT, que estamos, que se superponen, que tienen diferentes temporalidades y que por lo tanto eso va a ser su principal debate: ¿Quiénes forman? ¿Cuáles son los contextos que tienen que ver con su naturaleza?
Por tanto hay un elemento que es crucial: ¿qué entender por comunidades? A mí me gusta hablar, en la naturaleza de los imaginarios sociales, sobre todo de subjetividades. Cuáles son las subjetividades que van a mantener esas comunidades y que tienen que ver también con ese hecho que me lo imagino espiral, con ese hecho que está relacionado con el tema de la memoria.
Cuando hablo de memoria es evidente que ¿qué es lo que se rescata? Ahora mismo hay grandes debates en torno a hechos que han sido traumáticos dentro del movimiento LGBT, y sobre los que no tenemos ningún registro, al menos todos los registros que tenemos son muy fragmentados. Esto tiene que ver precisamente con la manera en que la oficialidad ha querido evidentemente también construir esa historia.
Dos de los hechos que ahora mismo para mí exigen cómo se va a contar y qué es lo que se va a contar tienen que ver, uno, con el éxodo del Mariel. A raíz del documental de José Luis Aparicio y Fernando Fraguela se rescató la figura de Mike Porcel, pero sobre todo del Mariel, que como sabemos fue un espacio de una política evidentemente de expulsión, de alienación de las personas LGBT dentro del país.
El otro espacio es la UMAP. Es el gran trauma porque fue un espacio donde no solamente se llevaron a homosexuales sino también a todos los sujetos que entendían su sexualidad, sus identidades de manera diferente. En el caso de las personas LGBT, en el caso sobre todo de los hombres LGBT, causó una gran impresión.
Esto tiene un recorrido que llega hasta nuestros días, o sea, esa manera de qué vamos a contar, qué vamos a decir de nuestra historia, dónde empieza nuestra historia, porque evidentemente y aunque se quiera a veces tergiversar, la homofobia ha sido sistemática.
Se puede hacer un rastreo antes y durante la Revolución pero hay un hecho que es sistemático, es decir la homofobia, la violencia que esto genera en sí mismo y eso hace que entendamos de alguna manera, nuestras capacidades y nuestros escenarios diferentes.
Sabemos que cuando hablamos de memoria es un hecho “fantasmático”, dirían algunos de los teóricos del psicoanálisis, pero tiene que ver también con la posibilidad de retornar, de crear una colectividad, de repensar una comunidad y eso tiene un peso súper importante. No es crear por crear, no es una información por una información, sino que es algo que da cierto replanteo de lo que somos, de lo que no somos y demás.
En Cuba, a diferencia de otros sistemas políticos, de otras construcciones de estados y de gobiernos, no tenemos capital político LGBTIQ; carecemos de ese capital político, porque si entendemos ese capital político como la directora Mariela Castro como diputada, bueno, queda más que claro que una entre 605, el desbalance es inmenso.
El 2018 fue un año importante para el país (…) fue el marco de todo el referendo constitucional, la discusión de su base. Y el articulo 68 fue el mas mediático, desgraciadamente, y el que más reacción tuvo, a favor y en contra, pero sobre todo las en contra.
La iglesia fue un espacio (…) muy apoyado por el Estado en su silencio (…) El Estado jamás participó como un árbitro, donde debía haberle puesto un freno a las iglesias para que esto no sucediera.
Sucede que también, y en correlación con esto, sucedieron dos cosas muy particulares. Una fue la amplia demanda que hubo por parte de una ciudadanía, por parte de activistas que intentaban, dentro de sus códigos, dentro de la manera en que entendían el mundo, dar una respuesta a la inclusión del matrimonio igualitario.
Lo otro que para mí fue clave para llevar el tema, es que hubo otro diputado, un joven diputado que desde el principio se reconoció como un diputado gay y que estaba a favor de la inclusión de esa medida, cosa que por lo general no sucede en nuestro panorama.
Que un diputado, quizás el más joven, Luis Adán Roble, que lo hiciera, realmente fue de mucha valentía. El final de él no ha sido el mejor ni el más político, de hecho no terminó su legislatura pero dejó creo que una gran pauta para poder seguir trabajando en perfeccionar el espacio político en ese sentido.
Desgraciadamente todavía tenemos muchos problemas para el tema del “asocianismo”, es decir, la Ley nuestra de asociaciones es del 86, es una de las leyes más viejas y una de las leyes sobre las que no hay una voluntad. Cuba tiene un grave problema con la sociedad civil. Evidentemente las organizaciones que pertenecen a la sociedad civil no cubren, o no son capaces de representar el gran diapasón de intereses de una ciudadanía y por lo tanto eso también a nivel político crea varios desencuentros.
Muy evidente fue al principio de la pandemia, que hubo muchos grupos, muchas iniciativas para acercar sobre todo a las personas mayores, en el caso en que yo trabajé eran personas mayores LGBT, alimentos, bienes, en la medida que les permitiera permanecer más tiempo en casa. Eso no se estructuró bien, de alguna manera, eso debió haberse hecho en coordinación con el Estado, que tiene los recursos y determinada información también que brindar.
Estas eran las cuestiones que me parece que debemos pensar como sujetos y sujetas de una comunidad. Y pensarlo también en un sentido que tiene que ver con la interseccionalidad.
No solo pensarlo como un sujeto gay, es decir, hay privilegios que tienen los gays, de hecho hay muchos gays, lo digo por otras grandes discusiones, que son felices en su homonormatividad, y hay otros que tienen que vivir, otras y otres que tienen que vivir dentro del espacio de la disidencia y es como único ellos dictan su propia realidad.
El escenario está, es lo único que puedo decir a estas alturas, y que repensarnos implica tener también nuestra propia historia y no la historia que quieren otros que nos cuenten de nosotros.
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