La serie televisiva De amores y esperanzas que se transmite martes y jueves en el horario de la telenovela, dedicó su capítulo del pasado 22 de octubre a la historia de un hombre trans que, luego de acceder a la cirugía de adecuación genital, acude a un bufete colectivo para solicitar el proceso legal que le permita tener su identidad en los documentos oficiales.
Ver representada en la televisión cubana algunas de las problemáticas de los hombres trans fue una agradable sorpresa para mí, porque está clara la necesidad que existe de educar a la sociedad sobre estas experiencias, así como también de que las personas trans se vean reflejadas y cuenten con más referentes para configurar sus identidades.
Creo también que muchas personas trans pudieron sentirse identificadas con los conflictos familiares y los anhelos del personaje principal del capítulo, con el que como audiencia pude sentir empatía. Vi como un acierto la hermosa relación de René con su hermano, que demuestra que el amor puede superar las barreras del desconocimiento y los prejuicios.
Sin embargo, mi sorpresa se transformó rápidamente en incomodidad, y por último en franca molestia e indignación, con el tratamiento de otros elementos de la trama.
Escuchamos el término “trastorno de la identidad sexual” dos veces –porque a estas juristas bienintencionadas no les bastó con una–, para referirse a René en medio de un procedimiento legal de alta relevancia para su vida. Con este término no solo desconocieron el empleo de la categoría “género” para comprender las transidentidades, sino que recurrieron a diagnósticos que no existen actualmente en ninguno de los manuales de uso más extendido en el ámbito médico para referirse a ellas.

Ni la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE en inglés) de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ni en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM en inglés) de la Asociación Americana de Psiquiatría, utilizan en la actualidad dicho término, y una búsqueda rápida sobre el tema hubiera brindado algunas luces para comprender que alrededor de las categorías que se usan en referencia a las personas trans ha habido mucho debate científico y esfuerzo de colectivos transactivistas para reivindicar sus identidades.
En la quinta y actual edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), de 2013, se emplea el término “disforia de género”, una opción menos estigmatizante en tanto alude a un malestar que pueden o no sentir las personas trans en algún momento de sus vidas, a diferencia de otros usados en versiones anteriores como “trastornos de la identidad de género”, que entienden lo transgénero en sí mismo como trastorno.
En el caso de la CIE, la OMS anunció en junio de 2018 la finalización del proceso de revisión y reforma que dio lugar a la oncena edición (CIE-11), que fue aprobada por los Estados Miembros durante la 72.a Asamblea Mundial de la Salud celebrada en mayo de 2019 y que entrará en vigor el 1 de enero de 2022.
Tras el anuncio de la OMS en 2018, el MINSAP publicó una nota en su portal digital Infomed, afirmando que la presentación de la CIE-11 “es un avance que permitirá a los países planificar cómo usar la nueva versión, preparar las traducciones y capacitar a los profesionales de la salud de todo el país.” [1]
En la CIE-11 se habla de “gender incongruence” — “discordancia de género” — y no ya de “trastornos de la identidad de género”, y es muy significativo que las referencias a las personas trans se eliminaron del capítulo Trastornos mentales y del comportamiento y quedaron ubicadas en uno nuevo llamado Condiciones relacionadas con la salud sexual. [2]
Logrados estos avances, los esfuerzos por disminuir el estigma sobre las personas trans continúan. Con respecto a la CIE-11 existe el reclamo de emplear una categoría no patologizante [3], porque “gender incongruence” aún tiene sesgos en ese sentido, y en el caso del DSM-5 muches activistas reclaman que se retire cualquier categoría diagnóstica relacionada a las identidades trans y sus expresiones, puesto que se trata de un manual de trastornos mentales.
Por desgracia, la despatologización implica más que la migración o eliminación de las referencias a las personas trans en los manuales. Es preciso atender el impacto que han tenido estos años en que los sistemas de salud se han configurado para atender a personas cuya identidad de género significó en algún momento una “desviación sexual”.
En un estudio publicado en 2012, tres miembros del Grupo de Trabajo para la Clasificación de los Desórdenes Sexuales y la Salud Sexual en la CIE afirmaron que no hay evidencia sobre que existan identidades de género patológicas o no y que, desde una perspectiva histórica, la clasificación de los diagnósticos de identidad de género como trastornos mentales en dicho manual pareciera estar basada más en las actitudes sociales que prevalecían que en la evidencia científica disponible. [4]
Comprender lo transgénero y su tratamiento desde la medicina puede resultar complejo, sin embargo, precisamente por la vulneración, marginación y patologización a que les hemos sometido es tan importante que los acercamientos y representaciones que se hagan sean al menos responsables, porque estos no son temas menores para sus vidas.
Es irresponsable que sobre un tema tan sensible no se buscara la asesoría de las propias personas implicadas y de profesionales especializades en la atención integral a personas trans, sobre todo porque en Cuba está el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), que provee asesoramiento a los proyectos de este tipo que lo soliciten, y que además dirige la Comisión Nacional de Atención Integral a Personas Transexuales (CNAIPT), establecida a partir de la Resolución №126 del Ministerio de Salud Pública y que se encarga de elaborar, implementar y coordinar la política nacional de atención integral a personas transexuales.
En el artículo The right to health care for transsexual people in Cuba, de 2012, el doctor Alberto Roque Guerra y la psicóloga Rosa Mayra Rodríguez Lauzurique, explican que al calor de los debates internacionales sobre la concepción de la transexualidad como un “trastorno” en los manuales, la CNAIPT impulsó a la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad (SOCUMES) para que emitiera una declaración que argumentaba que esas clasificaciones “perpetúan y profundizan la discriminación social sobre estas personas, causando un daño físico y psicológico irreversible que puede llevarles al suicidio”, y llamaba a la “aplicación de todos los procedimientos médicos y quirúrgicos que respeten los derechos sexuales de cada persona y sean consistentes con los principios bioéticos de autonomía, no maleficencia y justicia”. [5]
Según les autorxs, ambas organizaciones, CNAIPT y SOCUMES –a las que pertenecían– consideraron que la transexualidad no era un trastorno mental, y además, explicaron que la Comisión, “en colaboración con la Unión Nacional de Juristas de Cuba, dirigió al parlamento un borrador de Ley de Identidad de Género que de ser aprobada garantizaría el reconocimiento de la identidad de género a las personas transexuales sin el condicionante de las cirugías de reasignación de sexo”.
A pesar de proyecciones de este tipo, en Cuba aún no hay una Ley de Identidad de Género o alguna otra disposición que asegure a las personas trans el reconocimiento legal de su identidad. La única forma en que pueden lograrlo es accediendo a la cirugía de adecuación genital, y para esto deben insertarse en el dispositivo de atención de la CNAIPT, que radica en La Habana.
Esta circunstancia es totalmente limitante e injusta si se tiene en cuenta que las personas que no viven en la capital tienen menos acceso, que existe un amplio espectro de experiencias y trayectorias trans, pues ni los procesos de transición ni las identidades son homogéneas, y que no todas las personas desean la cirugía de adecuación genital.
En este sentido la serie reflejó la realidad que viven las personas trans en Cuba, y no es de extrañar que lo hiciera sin cuestionamientos. El aborrecible proceso “legal” que tuvo que pasar René para obtener su identidad puede entenderse como coherente con el atraso en materia de derechos que existe en el país, pero aun así hay un elemento, que pudieron evitar con la ausente asesoría. Me refiero a ese momento que ocurre en los primeros minutos del capítulo, cuando una jurista le pide a René: “Por favor, ¿podría mostrarnos su cuerpo?”, y ahí, en una oficina de un bufete, él procede a desnudar las partes de su cuerpo con las que esta sociedad tiene tanta obsesión.
No hay nada que justifique que René deba mostrar alguna parte de su cuerpo a les juristas, es algo que interpreto como una violación, y me pregunto qué necesidad hay de que la persona “demuestre que es hombre” desnudándose, cuando en Cuba el equipo médico que realiza la intervención quirúrgica, para esta parte legal emite documentos que certifican que la persona tuvo tal procedimiento. Solo se me ocurre la curiosidad de la gente, el morbo, la falta de respeto a los derechos, la prepotencia cis, la transfobia.
Aunque el aspecto legal es un tema que sería mejor tratado por juristas con experiencia en esta área, considero que acciones como la de someter a René al escrutinio de su cuerpo para “demostrar” su identidad, frases de la abogada como “Le advierto que tendremos que presentar muchas pruebas”, o del propio protagonista cuando asegura aliviado que “Mi hermano no se va a oponer a que yo cambie todos mis documentos civiles”, son aberrantes y violentas.
Otro de los puntos alarmantes del capítulo fue el mal uso de los pronombres para referirse a René. Con una sencilla búsqueda en internet, aunque lo mejor es recurrir a personas trans y a profesionales con especialización en esta área, quienes realizan la serie hubieran comprendido que emplear los pronombres masculinos para él es un acto de sensibilidad y de respeto a sus derechos.

Luego de formar parte de la Comisión y acompañar a varias personas trans durante estos procesos, me resultan inadmisibles expresiones erróneas de parte de un médico que se supone capacitado para atender sus necesidades de salud, como “Renata, ya nos va quedando menos” y “Tranquila, ya lo vas lograr, ya lo puedes curar”, refiriéndose a la enfermera en este último caso.
Según mi experiencia en la Comisión, la situación en que un médico se refiera a una persona trans con los pronombres equivocados y el nombre rechazado por la persona, sin corregirse o pedir perdón, es irreal; y es aún más irreal que eso ocurra en el momento en que la persona se recupera de una intervención quirúrgica.
Un detalle que me llamó la atención y que no quiero dejar de mencionar es el tratamiento que se le dio a la repercusión física de la cirugía. El mismo médico pregunta “¿Cómo pasaste la noche?” y René responde “Con mucho dolor, pero creo que lo puedo soportar”. Pienso que al resaltar los malestares físicos, el capítulo refuerza los imaginarios que ubican a la cirugías de adecuación genital como un proceso altamente peligroso y casi mágico, coherente con la idea de que la persona debe pagar estoicamente un tributo de dolor por transgredir la norma.
Es necesario insistir en la responsabilidad de quienes realizan porque esta visión cis-centrada de las personas trans como enfermas mentales inofensivas que no tienen la culpa de ser “defectuosas”, a las que debemos ayudar porque somos buena gente, no porque sea su derecho; esa visión de personas agradecidas cuyos cuerpos están disponibles a nuestra inspección y valoración, fue consumida por profesionales del derecho, de la medicina, la psicología, la psiquiatría, la endocrinología, la comunicación y la educación de toda Cuba. Fue consumida por actores sociales claves para la salud y el bienestar de las personas trans.
La consumieron familiares que están buscando respuestas para comprender a la persona trans que tienen en su seno, y también las personas trans que están sobreviviendo a la violencia de no poder expresar su identidad, o de hacerlo a pesar de muchas pérdidas y dolores.
Celebro que un popular espacio televisivo de transmisión nacional como De amores y esperanzas presentara una historia sobre esta persona trans que, aunque recibió violencia de su madre y su padre, mantiene una relación armoniosa y hermosa con su hermano, mostrando que es posible para los familiares educarse; una persona que es tratada con respeto por su compañero de trabajo, que se encuentra respaldada por el sistema de salud, que encuentra salidas a sus demandas en el ámbito legal y que recibe tratos afectuosos y comprensivos de parte del personal de ambos sistemas.

Las circunstancias de René resultarán edulcoradas comparadas con las experiencias de muchas personas trans, pero considero que las representaciones de las vidas trans no asociadas irremediablemente a la prostitución, el desamparo total, y los finales amargos también son necesarias.
Sin dudas, muchos corazones se estremecieron con los conflictos familiares y sus efectos en René, y se alegraron de su felicidad, quizás por eso resulten dolorosos los errores que se pudieron evitar fácilmente con una asesoría adecuada.
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Angela Laksmi es Psicóloga, trabajó en CENESEX y la Comisión Nacional de Atención Integral a Personas Transexuales entre 2014 y 2018.
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[1] La Organización Mundial de la Salud (OMS) publica nueva Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11). Infomed. 22 de junio de 2018. Disponible en Internet.
[2] Robles R, Ayuso-Mateos J. L. CIE-11 y la despatologización de la condición transgénero. Rev Psiquiatr Salud Ment (Barc.). 2019;12(2):65–67. Disponible en Internet.
[3] Joint Statement for Depathologization and TDoR 2018. GATE: Trans, Gender Diverse and Intersex Advocacy in Action. 21 de octubre de 2018. Disponible en Internet.
[4] Drescher J, Cohen-Kettenis P, Winter S. Minding the body: Situating gender identity diagnoses in the ICD-11. International Review of Psychiatry. 2012; 24(6): 568–577. Disponible en Internet.
[5] Roque A, Lauzurique M. The right to health care for transsexual people in Cuba. MEDICC Review. 2012; Vol 14, No 2. Disponible en Internet.
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