Fin de año, una época de familia y ansiedades

Emocionalmente hablando, diciembre es uno de esos meses complicados del año. Como si fuera poco tener que hacer balance entre las metas que nos propusimos y las que logramos cumplir, para muches de nosotres implica volver a casa para estar con la familia durante los días de fiesta.

Por muy bueno que pueda sonar eso de pasar tiempo con “la gente que más te quiere”, lo cierto es que esa experiencia con frecuencia implica ansiedades y momentos desagradables cuando somos LGBTIQ+, no importa si estamos dentro o fuera del clóset.

Este año fue incluso más intenso porque es posible que debido al COVID tuviéramos que convivir bastante con la familia, incluso mudarnos nuevamente con ella o pasar largas temporadas en casa después que ya habíamos logrado dejar el nido y expandir las alas, especialmente las alas 😉

¿Cuáles son algunas de esas actitudes que asumimos cuando vamos al hogar familiar por fin de año? ¿Por qué es tan incómodo a veces estar de regreso en ese ambiente? ¿Será que para navegar esa época del año sin catástrofes tenemos que ocultar lo que somos, nuestro verdadero Yo? Pensemos en algunos escenarios por los que todes hemos pasado en esa fecha tan especial que es el final de diciembre.

Muchas personas no pueden ir a casa con sus parejas

Es contradictorio que una época que gira alrededor de la familia tengamos que separarnos de nuestra pareja, pero esta es la realidad de muchas personas. A unas les prohíben explícitamente aparecerse con alguien y otras ni siquiera necesitan esa prohibición para saber que traer una compañía está totalmente fuera de la mesa.

Si pueden ir, prefieren quedarse en casa de una amistad

El ambiente en el hogar puede ser tan tenso que es posible que prefieras quedarte con alguna amistad e ir a casa solo lo necesario, no solo por ti, sino especialmente por tu pareja. De esa manera evitamos comportamientos incómodos cuando la familia ve -¡sorpresa!- que dos novios duermen juntos.

Cuando vamos con la pareja limitamos las expresiones de afecto

Si logramos ser recibides en casa con una pareja llegan otras situaciones igual de problemáticas, sobre todo el juego a las escondidas para tener un gesto cariñoso. El criterio de “está bien que seas lesbiana pero no tienes que andar exhibiéndote”, pesa esos días más que nunca, en los que todo el mundo puede besarse pero basta que lo hagan tú y tu novia para que algún pariente empiece a echar humo por los ojos.

Las personas trans no son bienvenidas expresando su identidad

No es un secreto que el contexto familiar es uno de los que más violenta y rechaza a las personas trans. Muchas solo son bienvenidas si se visten y comportan “apropiadamente”, es decir, de acuerdo a las expresiones tradicionales de su identidad de género asignada. Otras no son bienvenidas bajo ningún concepto, porque para muchas familias su transgresión es más de lo que pueden soportar.

Todes disimulamos las plumas

Ser nosotres mismes es algo que nos toma tiempo y muchísimo trabajo, por eso somos tan conscientes de cualquier retroceso… e ir a casa en fin de año puede sentirse como tal, sobre todo si estamos en el clóset para una parte de la familia, pero incluso si ya estamos más afuera que el sol del mediodía.

Alrededor de la parentela moderamos nuestras ropas, nuestros gestos y hasta nuestra voz para que les demás se sientan cómodes y también para que nos dejen en paz, por supuesto. El saldo personal nunca es positivo y nos deja con el mal sabor de no haber “plantado bandera” por nuestro verdadero yo.

Aguantamos chistes y burlas

Por supuesto en el contexto de fiesta siempre habrá quien cuente algún chiste misógino, LGBTIQfóbico y racista, que es como la trinidad del entretenimiento. Puede ser sobre nosotres o más generales, pero en ambos casos sentimos que abrir una discusión sería como lanzarse al campo de batalla en trusa y con tirapiedras por lo que lo dejamos pasar y nos repetimos que hay cosas que nunca van a cambiar.

Ocultamos nuestra vida real y nuestros intereses

Mientras todo el mundo es bienvenido a hablar de su último crush, de su ex, de sus planes de matrimonio, basta que la lesbiana diga que conoció a una muchacha nueva para que la casa empiece a vibrar y la temperatura a subir.

Para evitar esas crisis no corregimos a la tía que nos pregunta si ya tenemos novio, ni explicamos que estamos esperando que legalicen la adopción entre parejas del mismo género para tener hijes.

Si estamos en un proceso de transición respecto a la identidad de género, no hablamos de ello y hasta permitimos que se refieran a nosotres con pronombres equivocados o con un nombre que ya no reconocemos como nuestro. Nos guardamos todo esto porque sentimos que es mejor pasar inadvertides que abrir un debate sobre nuestra vida con eruditos de las cisheteronorma.


Todos los casos no son iguales, ni todes vivimos las mismas experiencias. Conozco familias que aceptan y abrazan las identidades sexuales y de género de sus integrantes, sin mayores conflictos ni dilemas. Hay otras en las que al menos se esfuerzan por evitar situaciones como las que mencionamos acá, aún cuando no siempre lo logren.

Sin embargo, teniendo en cuenta que los prejuicios son más frecuentes que la comprensión, hay algunas ideas sobre las que nos gustaría insistir. Una medida imprescindible en estas fechas es la de ser suave contigo. No eres menos valiente, coherente o valiose solo porque no enfrentas estas situaciones de la manera que querrías (y que repasas luego constantemente en tu cabeza). Son contextos complicados a los que no siempre reaccionamos de la misma manera, y eso está bien.

La otra idea importante es que recuerdes que ir a casa es una decisión personal y tienes el poder de decir que “no” si sientes que no te van a tratar como mereces o que el saldo de esos días va a ser negativo para ti. La familia “de sangre” no está por encima de todo, como a veces nos hacen creer, mucho menos por encima de nuestro valor como seres humanos. Nosotres no somos quienes tenemos que adaptarnos a sus prejuicios, sino ella la que tiene que acoger a todes sus integrantes tal como son. Por suerte tenemos una familia escogida y esa siempre va a ser un hogar seguro.

¿Consejos para quienes vamos a casa en fin de año? Aprovecha esos días para ver lugares que quizás te traigan buenos recuerdos, lleva alguna serie, música que te guste, algún libro que tal vez llevas tiempo queriendo leer. Trata de tener a mano cosas que disfrutes y que te reconforten: por ejemplo, el teléfono de esa persona –une amigue, une amante, tu psicólogue– que siempre te trae a tierra cuando las ansiedades familiares andan por las nubes.

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