¿Cómo le ha ido al corazón en cuarentena?

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Ilustración por Irian Carballosa

Cuando decretaron la primera cuarentena por el coronavirus, casi nadie imaginó que duraría tanto tiempo, tanto que aún no se le ve el final. Sin embargo, prácticamente un año después la vida tal como la conocemos parece que continúa en pausa, y digo “parece” porque en realidad la vida nunca se detiene y este ajustarse a las circunstancias también es un ejercicio vital, como el de las flores que crecen en las grietas del asfalto.

La cuarentena nos ha obligado a transformar nuestros hábitos, nuestro trabajo y hasta la manera en que nos relacionamos erótica y afectivamente con les demás. ¿Cómo le ha ido en este tiempo a las personas solteras, a las que viven juntas, a las que acababan de conocerse cuando cerraron las ciudades?

Preguntando por aquí y por allá descubrí que entre mis amigas había historias muy diferentes, algunas de las cuales hoy quiero compartir con ustedes. Escogí cuatro que me parecieron inspiradoras, interesantes y divertidas, sobre todo porque demuestran que estoy rodeada de mujeres fuertes que han encontrado el valor para ser creativas aun en medio de este encierro.

Denek y Nelsy

Denek es de las personas que siempre te hacen reír, tiene un espíritu alegre y si yo creyera en esas cosas diría que un aura muy limpia, por eso no me extraña lo que me contó de su cuarentena con Nelsy. Si hay alguien que cumple con lo de “al mal tiempo, buena cara” es Denek.

Asegura que para ellas dos este tiempo afortunadamente ha ido bien, y “cruzo los dedos”, dice, porque también reconoce que en efecto “fue y sigue siendo un período difícil, sobre todo porque nos tomó a todos por sorpresa, no ha sido nada fácil, porque no ha sido una, ¡ya han sido varias cuarentenas!”

“Creo que en el caso nuestro ha tomado protagonismo que somos una relación consolidada, madura, de 5 años, ya no somos tan jóvenes. Tenemos un plan de vida e intereses en común, hemos construido una familia, y por sobre todo, nos queremos mucho”.

No obstante, asegura que incluso así ha sido un reto. “En un abrir y cerrar de ojos perdimos el hilo de nuestra cotidianidad, ambas nos quedamos sin trabajo y con un futuro por delante totalmente incierto que todavía no vislumbra mejoría. [Hemos tenido] muchos momentos de bajón, de darse ánimos, hay que ser muy valiente, muy fuerte”.

“Lo más fácil fue el amor, estar juntas, disfrutarnos, disfrutar de nuestras mascotas, dedicarnos el tiempo que normalmente no po- díamos debido al trabajo que nos hacía estar a veces largos períodos fuera de casa, el café del medio día”, me pone por WhatsApp.

Lo más difícil, por el contrario, ha sido la cantidad de fútbol que ha tenido que tolerar – ajá, no a todas las lesbianas nos gusta el fútbol– y para Nelsy, tener que lidiar con Denek recogiendo gatos en la calle, los desvelos de noches enteras y sus trastornos de horarios. Ambas han tenido que tolerar su incapacidad para hacer colas y levantarse temprano.

Para que este tiempo fuera más llevadero cuenta que han tenido que apoyarse mucho, “compartir las responsabilidades, darnos espacio para no abrumarnos demasiado, dialogar mucho y tener ritos dentro de la rutina: cocinar algo diferente el fin de semana, tomarnos algo juntas, tratar de sentir que, dentro de todo el caos, una se sigue enamorando, porque estar juntas es lo único que ha hecho soportable este período”.

Dani

La cuarentena empezó cuando Dani y Mari llevaban apenas unos meses juntas, construyendo una relación a pesar de que según me cuenta Dani, no tenían nada que ver una con la otra. “Mari es historiadora del arte y yo cocinera, yo soy más de trova y ella es más de rock”, sin embargo, a pesar de las diferencias había una conexión energética que superaba todo lo demás.

Para el tiempo en que aún el Covid no era un problema, mi amiga trabajaba en un restaurante en la Habana Vieja y le iba bastante bien, haciendo turnos de dos por dos. “Esos días Mari aprovechaba para estudiar y hacer las cosas q le dan placer, que generalmente no tenían nada que ver conmigo. Los cinco o seis primeros meses fueron perfectos, el hecho de que yo trabajara nos daba a cada una el espacio que necesitábamos”.

Pero en marzo, cuando empezó la primera cuarentena, comenzaron a salir detalles y estar juntas todo el tiempo, encerradas en casa, empezó a volverse complejo. “Ella ama tanto la música como yo, solo que géneros distintos, yo soy más sentimental y ella es más agresiva. Lo normal era que una de las dos usara audífonos, sin embargo, hubo momentos en que le dimos oportunidad a los gustos de la otra e incluso llegamos a disfrutarlos. Por mi parte, mientras fuera rock clásico no había problemas, pero había momentos en los que simplemente me sangraban los oídos”, me cuenta.

“Luego nos dio por ver series, cosa que comenzó bien hasta que ella decidió que era una pérdida de tiempo y no quería pasar todo el día frente a la laptop. ¡Entonces vino la época de sembrar!”. Dice que esa faceta fue agradable pero compleja porque como vivían en un apartamento en Centro Habana que solo tenía un pequeño balcón, requería mucho ingenio de su parte.

Explica que luego vinieron la escritura, la lectura y por su parte la guitarra. “Mari se ahogaba y yo me aburría. Ella es del tipo de persona que necesita espacio y tiempo sola, lo que en aquel momento era casi imposible. Llegamos a un punto en el que nos acomodamos en cuartos separados para la parte del día generalmente. Así cada una podía hacer sus cosas individuales sin sentir que estaba castigando a la otra. Esto estuvo bien, hasta que se volvió un poco incómodo”.

Alrededor del mes de junio a Mari le confirmaron un viaje por el que había estado esperando y fue el momento en el que Dani decidió alquilar un apartamento en la azotea del mismo edificio donde vivían, para tener más espacio y también para no tener que correr cuando llegara la partida. Apenas unos meses después, en agosto, terminaron la relación.

“No puedo decir que fue el encierro el que llevó a esto, pero sí tuvo gran influencia. Más que nada porque no daba tiempo a extrañar, no daba tiempo a sorpresas, no daba libertad. En las relaciones por muy buenas que sean es necesario respirar, eso era un imposible en La Habana. Ese tiempo ahogaba, mataba, destruía. Actualmente Mari y yo somos muy buenas amigas, continuamos viviendo en el mismo edificio y viéndonos casi con la misma frecuencia que antes. Ella sigue a la espera de su viaje y yo, yo aún estoy viajando”.

Katia y Emi

Si a Denek nunca le falta la sonrisa, a Katia nunca le falta el sarcasmo. Nos gusta pensar que esa es una de las razones por las que nos queremos tanto. En realidad Katia es una optimista de la vida, o mejor dicho del amor, y una de las mayores pruebas es la forma en la que ha hecho florecer su relación con Emy durante este tiempo.

Un poco de contexto: Katia vive con su mamá, su papá y sus dos niñas preciosas en un apartamento en Lawton. Lesbiana desde pequeñita y reincidente en relaciones con mujeres que nunca han estado con otras mujeres. Emy vive con su mamá y su papá en Playa, no tenía niñes pero sí un marido, del que se separó cuando se dio cuenta de que estaba enamorada de mi amiga. Salió del clóset con su familia en febrero, comenzó a quedarse algunos días en Lawton y… ¡llegó la cuarentena!

“Los encierros sin transporte nos hicieron vernos menos, gastar más dinero en carros y tener malentendidos porque la comunicación por WhatsApp es muy cabrona, una dice muchas cosas que pueden malinterpretarse”. Me explica que además “el chantaje emocional de sus padres era importante, más el que ella misma se aplicaba por el miedo a todo cuando estás saliendo del armario, luego de 30 años de ser una hija ‘correctísima’”.

Recuerda que hubo crisis, algunas palabras duras y mucha reflexión, pero que Emy fue cambiando y ampliando sus límites increíblemente, incluso comenzaron a quedarse más días seguidos juntas en Lawton, debido a una situación de salud de Katia que requería los cuidados especiales de su novia.

“El tener que estar encerradas en casa hizo que mis padres le cogieran cariño y mis hijas la adoptaran como madre. En fin, cosas que no tuvimos que proponernos sino que el roce hizo inevitables”.

En abril llegó una fecha importantísima, el cumple de Emy. Tenían planes de irse a Cayo Santa María pero en lugar de eso les tocó celebrarlo separadas. Para Katia esta fecha tenía que ser diferente, por eso le mandó una tarta por el servicio Mandao y la invitó a salir por la noche, sin salir de casa.

“Le dije que se pusiera más linda, y me esperara a las 9 pm por WhatsApp. Le pedí que tuviera poca luz en el cuarto, le mandé una app de sonidos naturales, le dije cómo configurarla y le pasé una combinación de sonidos para que estuviera en la costa. Yo también me puse chula y le llevé un girasol, que le gustan mucho, y un vinito, obviamente las dos cosas estaban dibujadas. Así tuvimos una velada romántica virtual, tan virtual como fue casi todo el 2020”, me cuenta mientras recuerda.

Reconoce que lo más difícil han sido los pro- blemas para verse, cancelar planes y aplazar cosas importantes. “Pero fíjate si la cosa es querer –dice– que ella en cuanto tuvo el primer chance se divorció, y cada plan que se nos rompió lo cambiamos por una alternativa. Para mí que la cuarentena saca lo más real: si quieres estar con alguien lo vas a hacer, incluso aunque sea virtual”.

Una amiga que pudiera llamarse Lourdes

Su proceso de descubrimiento comenzó unos meses antes de la cuarentena, pero el confinamiento sin dudas lo aceleró. Cuenta que colocarse frente a la finitud de la vida puso las cosas en perspectiva para ella, le permitió ver con más claridad que la vida es una sola y hay que aprovecharla.

Ya había empezado a ubicar las piezas en su cabeza cuando tuvo que recluirse en casa por el Covid. “Los primeros meses de la cuaren- tena fueron muy difíciles porque yo estaba dentro de estas cuatro paredes viviendo el agobio normal que vivió todo el mundo más el extra de ir como permitiéndome ser más yo, hasta que llegó un momento en que me dije: mira sí, es esto”, me explica.

También empezó a permitirse pensar en la sexualidad de otra manera. Reconoce que
era difícil: “yo venía de una historia de chicos y de pronto fue como, ‘bueno, ¿y esto cómo lo hago?, ¿me va a gustar o no?’. Empecé a permitirme ser más libre en mis fantasías. El estar dentro de la casa me puso de frente a mis verdaderas necesidades y me aclaró cuá- les podían ser las vías para satisfacerlas. Llegó un momento en el que me di cuenta de que yo necesitaba sentir paz y sentir alivio porque estaba llevando una culpa tremenda”.

En ese contexto incluso conoció a una muchacha… perdón: se enamoró de una mujer. “Yo estaba encerrada aquí adentro y loca por conversar con alguien. Una amiga me sugirió este chat en el que un día aparece “Amy110”. Empezamos a hablar de música, y hablar, hablar… ¡Yo tenía la sensación de tenerla al lado y conocerla de toda la vida!”.

“Cuando nos mudamos para Whatsapp empezó a haber un vínculo cada vez más intenso. Nos pasábamos el día conversando y empezó a surgir una admiración tremenda por las historias de cada una, que devino un buen día en amor. Así comenzó una de las historias de amor más lindas que he vivido en mi vida. Le agradezco a Fernanda llantos intensos y alegrías plenas”, suena familiar ¿no?.

“Creo que cuando se junta el peligro al que te enfrentas en medio de una pandemia, con la distancia, el mejor aliado que puedes tener es una buena imaginación y esa estuvo. Yo amé a Fernanda sin nunca haberla visto, anduve cada centímetro de ella sin nunca haberla tocado, sin haberla visto. La situación no fue un impedimento para vivir a plenitud”.

Convencida de que nadie merece la infelicidad de estar escondiéndose o engañando a las personas que queremos, comenzó a contarle poco a poco a sus amigues, pero la conversación que realmente le provocaba mucho miedo era la que debía tener con su mamá.

Curiosamente sucedió mientras tomaban un café y su mamá le comentaba sus sospechas sobre una vecina que podía ser lesbiana. “De pronto hizo una pausa y le dije: ‘¿tú sabes que yo he descubierto esto, esto y esto?’. No provoqué asombro, ella estaba esperando que esto sucediera, como mismo me pasó con todos los amigos, mi hermana y mi prima. Lo simpático de esto es que evidentemente todo el mundo lo tenía claro menos yo. Hubo apoyo de mi mamá: ‘Estoy feliz de ti, por lo valiente’. Me sentí muy aliviada y cada vez más cerca de mí, más plena, más yo”.

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