¡Aguántame el pelo ahí!

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Ilustración por Mary Esther Lemus

Las mujeres de pelo corto siempre han llamado la atención, es un insulto incluso, para algunas mujeres, que otras se corten la cabellera, es habitual escuchar frases como: “¡Tan lindo que tenías el pelo!”, “¡Ay niña, pareces una vieja!”. Y otras un poco más violentas como: “¡Pareces un hombre!”.

No voy a hablar hoy de por qué el pelo corto no es de hombres, para eso mejor les remito a las fotos de mi abuela por allá por los 80 con su melena corta y hermosa. Les voy a hablar de las frases que me han tocado a mí vivir, por ejemplo: “¡Qué tronco de ‘mochada’ te has dado!”, primera frase que escuché cuando entré a una interpretación; o tal vez: “¡Ahora sí pareces una marimacha!”; o: “¡Ay qué va, se te subió la tortilla para la cabeza!”. O la más común: “¡Tú lo que quieres es llamar la atención para tener más novias!” Empiezo por aquí: yo ya tengo novia.

Admitiré que cortarlo fue difícil para mí, hasta lloré ese día, pero estaba decidida. Me monté en la bici, me fui hasta Mantilla, entré a la casa de mi suegra, y después de darle un abrazo le dije: “¡Pica aquí!”. Me senté en el medio de la sala, me hizo una trenza, y picó. Cogí la trenza en la mano mientras miraba el pelo caer, a la vez que caían mis prejuicios.

Hacerlo no fue un acto de rebelión ni mucho menos, tengo 27 años y me considero bastante madura como para andar tirando indirectas con una tijera y un moñito. Me corté el pelo porque sí, porque quise, porque a alguien más le hacía falta. Pero el estigma de ser lesbiana con pelo corto me sigue a todos lados donde voy, lo mismo en una reunión que en un get together con compañeros de trabajo, que simplemente en una mañana entrando a la oficina.

Por los pasillos se murmura mucho que la tuerca del 404 se cortó el pelo, y hasta ahora los comentarios del porqué han sido muchos, pero nadie tiene el valor de preguntarme a mí. Si antes ya me ponían trabas por “mi condición”, como prohibirme ir a una interpretación y mandar a un compañero de trabajo más apegado a la cis-heteronorma, imagínense ahora con “la pela” corta; porque a pesar de que en la empresa hay unas cuantas mujeres cis con pelo corto, ninguna de ellas es lesbiana, ni tiene que sentarse junto a la Presidente en una negociación. Casi me siento Sanzón, que si no tiene pelo, no tiene fuerza.

Cortarse el pelo siendo mujer es violar los mandamientos sociales de la feminidad, que están escritos en algún lado, en alguna piedra ancestral y filosofal, que no deben ser corrompidos, y que fueron grabados junto a lo de los vestidos y los tacones, la bemba “colorá” y el cuerpo en forma de reloj de arena. No obstante, trabajar sobre valores construidos por esta sociedad nunca ha sido mi propósito en la vida, y quien quiera arena, que vaya a la playa.

Quiero destacar que mi familia estaba muy feliz con mi corte de pelo, y yo, la protagonista, también, pero siempre aparece la peluquera que cuando le pides que te corte el pelo te dice que eres una abusadora, o que se resaltarán tus facciones más pronunciadas, como mi nariz, o mis orejas, o mis dientes –los pobres tampoco cumplen con los estatutos dentales de la sociedad.

Al principio una se siente hasta mal con la decisión de cortarse el pelo y empieza el complejo, ya después todo pasa, cuando te dan el primer tijeretazo y notas que es el principio del fin de la melena larga. Ahí empiezas a trabajar en ti y te das cuenta que eres más que un pelo bonito. Yo, pa’ evitar malos ratos, me estoy “dando mocha” en casa, mientras me miro al espejo y encuentro otras formas de resaltar mis virtudes. Siempre me gustaron mis ojos, y ahora les hago un Amy Whinehouse antes de salir de casa, y resalto el remolino que heredé de mi abuela con un sutil movimiento del pelo hacia el lado contrario. Yo creía que mi pelo tenía que estar largo para verme bien, y por años me esforcé para que creciera, pero cuando lo corté encontré vías para hacerme más feliz. Ahora lo mismo me pongo un par de aretes largos con una serpiente invocando a Medusa, que me pongo unos cortos en forma de margarita, recordando a mi abuela y sus flores naturales que tanto le gustaban. Ahora me transmito mensajes con mis aretes, me doy fuerza. ¡Y qué decir del tiempo que me ahorro en las mañanas! Es increíble lo rápido que estás lista… ¡Y el pelo corto pega con todo!

Me siento más libre, más linda, menos obligada por la sociedad, me desligué de tabúes que me perseguían durante muchísimo tiempo, me peino como quiero: lo mismo me hago un moño cortito que parezco taína guerrera del Guaso, que me dejo el flequillo, que me enamoro de mi imagen acabada de levantar toda despeinada.

¿Es verdad que a las lesbianas les gusta más el pelo corto porque se ven más machos? Claro que no. ¿Es verdad que todas las mujeres de pelo corto son lesbianas? Para nada. Tengo amigas que disfrutan el pelo “mocha’o” y son hetero, otras son cis, otras trans, mujeres al fin y al cabo. Pero la sociedad le sigue teniendo miedo a las mujeres libres, atrevidas, “rompe-estigmas”. La sociedad le tiene miedo a una pila de cosas, menos mal que mi abuela me enseñó mucho en el poco tiempo que tuvo.

Si usted disfruta el pelo corto o largo, o la calvicie –algo que me interesa probar en algún punto–, sea feliz con eso, ame su imagen al espejo, que de eso va la vida, de valorarse une misme y no seguir patrones forzados. Las mujeres no nacimos para seguir estatutos machodominantes ni mucho menos. Y si la peluquera le dice que es una abusadora, venga pa’ mi casa, que entre café y café, yo misma se lo corto.

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