Mi mamá, aunque no lo reconozca, tiene un serio problema con aceptar mi sexualidad, creo que mi familia materna también, incluso en la paterna seguro habrá alguien que cuestione la crianza de mis padres por el simple hecho de “haberles salido así”. A mis 27 años, aún no entiendo por qué es tema de interés la persona a la que amo y no mis grandes logros como intérprete, que son muchos más que las novias que he tenido.
Yo creo que la que más trabajo ha pasado con eso es mi mamá, o al menos la que más lo demuestra. Jamás me digné a andar diciéndole a nadie que me gustaban las mujeres, para qué, si cuando creía que me gustaban los hombres no hice un anuncio oficial, no coloqué un cartel, no senté a la familia a “darles la noticia”, por tanto, pa’ esto tampoco. No hace falta carta de los reyes para notar mis plumas, ellas son fosforescentes. Pero mi mamá tiene un grave problema con lo que ella llama: exponer la privacidad.
Mi primera relación homosexual no estaba escondida de nadie, pero tampoco estaba claramente expuesta, principalmente porque nosotras mismas no sabíamos qué teníamos ni qué queríamos. Cuando finalmente acordamos una relación seria, le dejé saber a mi mamá que lo éramos, pero no con charlas, simplemente abracé a mi pareja delante de mi madre, ella me miró y con los ojos nos dijimos todo: yo que tenía una relación, y ella que no la aprobaba.
Mi madre piensa que mi atracción hacia las mujeres es una etapa, o al menos eso pensaba la última vez que hablamos del tema. Yo me cansé ya de explicarle cómo me siento con mis parejas, y me dedico a ser feliz yo y no a hacerla feliz a ella. Su familia tampoco ayudó mucho en este proceso de asimilación, la llamaban constantemente para enjuiciarla sobre mi sexualidad y lo que publicaba en mis redes sociales. Le hacían entender, o le decían explícitamente, que publicar fotos donde se insinuara mi relación homosexual era una aberración y que debía ser privado. El concepto de privacidad en su familia se resume a no exponer “mi preferencia”, como le llaman elles, en redes, sólo eso.
Pronto todo escaló, y el control sobre el contenido no sólo se resumió a mí, sino que agregó a una prima lejana, a quien tengo agregada en mis redes. Ella con tan solo 12 años subió unas fotos con su mejor amiga imitando fotos clásicas e inocentes de Pinterest y el primer comentario fue el de una tía en común: “Niña, sabes que no me gustan estas cosas, esas fotos son privadas, quítalas de aquí”. Les recuerdo que era la mejor amiga de mi prima, no su pareja, pero por alguna razón mi tía cree que esto del lesbianismo se contagia, y que yo se lo había pegado a mi prima. Mi reacción fue reírme y contestarle: “Tía, la tortilla no se pega por Facebook, ya tienes la lesbiana que te tocaba por núcleo, no te preocupes”. Curiosamente, la reacción de mi mamá fue diferente ese día, me llamó por teléfono para reírnos juntas de lo sucedido.
Días después otra prima de 14 años subió fotos con su novio de 19, el comentario de mi tía y de mi madre fue el mismo: “Hermosos, me encantan. Que viva el amor”. Ignorando completamente la relación entre una menor de edad y un adulto ante la ley porque, aparentemente, la heterosexualidad lo justifica todo.
Aprovechando el momento de postureo de relaciones, yo subí una foto besando a quien era en ese entonces mi pareja, sólo pasaron unas horas antes de que mi madre me llamara para pedirme que quitara eso. “Yo no tengo nada en contra”, dijo, “pero quita eso, eso es privado.” Yo, que estaba ocupada recogiendo a un amigo del aeropuerto, estresada por la demora del avión y además por el comentario de mi madre, sólo pude responder: “¡Tu hija es tuerca, supéralo!” E inmediatamente colgué. Nos pasamos cinco meses sin hablar.
Yo no sé qué efecto causó esto en mi mamá, y tampoco quiero saberlo, como ella tampoco se ha sentado nunca a pensar en los efectos que tienen sus comentarios en mí. Luego de varios meses más de enfrentamientos intensos sobre el contenido de mis redes, mi mamá finalmente entendió que mi privacidad es apreciación individual, que no me gusta ocultar quien soy, y que yo publico lo que estime conveniente, cuando lo estime conveniente.
Hoy ya mi mamá no me dice nada de mis redes, pero la mirada de desaprobación continúa. A veces sobrecompensa con un comentario de amor, pero yo sé la verdad, y ahora ustedes también. Los comentarios en redes sociales, como el papel, aguantan cualquier cosa.
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