Ya termina junio. Las redes sociales se desbordaron de arcoíris y contenidos que afirman la validez y los derechos de las disidencias sexo/género. Alrededor del mundo, los bares hicieron programas especiales, las calles amanecieron pintadas de banderas, los hogares y hasta las iglesias pusieron carteles de bienvenida y aceptación, los negocios vendieron y exportaron sus productos alegóricos al día de la dignidad LGBTIQA+.
El contexto cubano es diferente. Acá la norma estatal decidió por nosotres que la fecha para celebrarnos sea el 17 de mayo, que es el Día Internacional Contra la LGBTIQfobia, y no el 28 de junio, que es el Día del Orgullo en otras partes del mundo. Para la celebración, el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) escogió el día en que la Asociación Estadounidense de Psiquiatría despatologizó la homosexualidad y no la noche en que la comunidad LGBTIQA+ neoyorquina se sublevó contra la violencia y el acoso policial. No tenemos desfiles del Orgullo, tenemos Congas por la Diversidad.
En Cuba no marchamos en las calles en junio, pero la influencia de este movimiento llega y nos mueve, sobre todo desde que tenemos acceso a Internet por datos móviles.
Aquí también hay muchas personas que llaman la atención sobre el «capitalismo rosa» y la manera en la que esta fecha significativa se ha ido pervirtiendo, convirtiendo a la comunidad cuir en consumidora y en el público meta de los negocios que se montan en la “ola del Orgullo” para vendernos sus productos durante este mes. Sin embargo, el resto del año muchos de esos mismos negocios mantienen inmóviles las estructuras internas que son excluyentes para las personas LGBTIQ+.
Quizás más preocupante todavía es lo que sucede dentro la propia comunidad, y que tiene su reflejo en el Pride. Y es que la jornada de visibilidad y lucha más extendida internacionalmente centra etiquetas como “amor es amor”, que aunque sigue siendo tan válida como siempre, no coloca en el centro del debate cuestiones como el racismo, el clasismo, e incluso la misoginia y la transfobia estructurales que reproducimos de modo personal, y también como colectivos.
Mucha gente denuncia la exaltación de los esquemas de belleza blanca, delgada, cis y capacitista, que resultan en la invisibilización de la diversidad humana, y en la clasificación de unas personas como superiores a otras, que terminan desplazadas a los márgenes también dentro de la propia comunidad.
Mientras hay quienes celebran el Orgullo sin pensar en estos problemas y en las vidas que afectan, hay otras que tienen conciencia de ellos y tratan de cambiar las cosas desde dentro. Algunas personas opinan que el Pride ha dejado de ser un espacio de lucha y por tanto es necesario abandonarlo o abolirlo. Hay quienes piensan y leen mucho sobre el tema, sin tomar una decisión al respecto.
Sin dudas, hay muchas más posiciones y modos de sentir respecto al Pride que estos que he mencionado a grandes rasgos, lo que demuestra que también es una fecha controversial para las personas LGBTIQA+, que no estamos estáticas. Se trata de una experiencia donde las opiniones y sentimientos son tan diversos como quienes los expresan.
Por otro lado, me gustaría que este debate sirviera para dinamitar las contenidos, prácticas y significaciones que intentan desactivar el Orgullo, en un mundo en el que las agendas antiderechos son cada vez más fuertes.
Mis amigas en Estados Unidos, por ejemplo, tienen miedo de ir al Pride, incluso viviendo en estados que no son conservadores. Temen a las armas y la violencia en un país que este año ha retrocedido de modo impactante en materia de derechos LGBTIQA+. A algunas estas circunstancias las impulsan a celebrar la fecha, aun cuando en ocasiones anteriores no lo hicieran. Es imposible obviar que el contexto determina los significados.
Quizás es cierto que necesitamos una fecha propia en Cuba. El ladrillo de Marsha P. Johnson cogió velocidad y se estrelló contra el cis-tema en otro lugar del mundo hace 54 años y aunque las protestas de Stonewall y el movimiento que desencadenó cruzó muchas fronteras, aquí en Cuba también hay una historia de resistencia y desobediencia para conmemorar, celebrar y seguir luchando.
Quisiera tener esa fecha: ¡aunque solo fuera para después quejarme de ella!
¿Que el Pride no resuelve los grandes problemas? ¿Que hoy atraviesa un proceso de despolitización y de su apropiación por prácticas capitalistas? ¿Que a veces queremos ser tan antisistema que olvidamos la utilidad de celebrarnos en nuestros pequeños triunfos, y no dialogamos con la inmensa diversidad de opiniones? Todo eso me parece cierto en alguna medida.
Un desfile, una Conga o cualquier otra variante no van a cambiar por sí solas las precarias condiciones en que vive tanta gente. Tampoco nos hará necesariamente más fácil la vida a todes. A la vez, arroja un poco de luz para las nuevas generaciones LGBTIQA+, que viven en un mundo que aún nos asesina, apresa, patologiza y enferma, incluso cuando es cierto que el Orgullo olvida, convenientemente, que esas violencias se aplican sobre unos cuerpos más que sobre otros.
Hay riqueza y desafío en pensarnos a nosotres y nuestras luchas.
Este año he vivido el Pride con la memoria puesta en los derechos que hemos alcanzado y las personas que los han impulsado, con la atención en aquellas que hemos dejado fuera o para después, y la mirada en las demandas del presente y el futuro.
Siento el Orgullo como un camino. Pronto será junio de nuevo.
Mis sugerencias
A nadie deja indiferente la intervención en 1973 en el Christopher Street Liberation Day Rally de Silvia Rivera, activista trans estadounidense fundadora del Gay Liberation Front y la Gay Activists Alliance.
Junto a su amiga Marsha P. Johnson, fue una de las figuras más importantes durante los disturbios de Stonewall y ayudó a fundar STAR, un grupo dedicado a ayudar a mujeres trans sin techo. En su discurso, Silvia denuncia cómo el movimiento había abandonado a las personas más marginalizadas de la comunidad LGBTIQ+.
El fragmento que te traigo forma parte de la serie documental The Question of Equality, transmitida por la cadena PBS en 1995.
Te sugiero las publicaciones que hicieron en Facebook Kiriam Gutiérrez Pérez y Dachelys Valdés Moreno con motivo del Día del Orgullo. Ellas son dos guerreras que han defendido sus derechos y abierto caminos, convirtiéndose en inspiración y referente para las personas que queremos un mejor mundo, uno donde las personas LGBTIQ+ tengamos todos los derechos.
Por último, provecho para invitarte a conocer el podcast La Escuelita, un proyecto que recién lanzamos el 28 de junio Lisney Romero Céspedes y yo para conversar sobre temas básicos de género y sexualidad en un lenguaje coloquial y ameno. Lo puedes encontrar en Buzzsprout y en iVoox.



En el mundo tenemos que animarnos a celebrar más el 17 de mayo, aunque sin dejar de celebrar el 28J y siendo conscientes del capitalismo rosa. Pero no es suficiente. Quienes no vivimos del modo en el que el sistema patriarcal esperaría, tenemos que estar más unidxs, mostrarnos poderosxs y proyectar una imagen de fuerza, pero para ello hemos de dejar atrás el individualismo exacerbado que ha marcado los últimos años. Debemos organizarnos mejor, al menos de un modo tan eficaz como aquel de la gente que se encuentra todos los fines de semana en sus diferentes templos. En torno a una nueva religión no dogmática, atea/agnóstica (o por lo menos no teísta), feminista, antirracista, ecologista y aliada de LGBTQIA+ lo estaríamos, y podríamos conseguir que se estableciesen comunidades de mujeres, hombres y personas de géneros no binarios en muchos lugares, autogestionadas y con fuertes relaciones de cuidados entre sus integrantes. En el blog infinito5.home.blog escribo sobre ella.
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