Por M. Castellanos*
Ilustración por Anabel Alfonso Suárez
Muchos años, tantos años que a algo se le fue haciendo tarde. Tanta incertidumbre que mi sombra era doble en la pared. El Espejo me llamaba pero yo le huía, me parecía una queja la imagen, no le encajaba a mi nombre, ni a mi forma, ni a mi psiquis y siempre me lo susurraba, pero tan bajo que a veces ni me oía. HEMBRA habían dicho alguna vez, primaba el rosa en las ropas que se volvían gris por dentro. Pero yo no lo decía. Mi ego era como mudo. Era como hereje. No me creía, no sentía que en mí había bautismo.
¿Qué era yo? No lo sabía. Un embrión incompleto. Un espermatozoide mutilado. Un grito de voz grave y suave nombre. Virilidad inadecuada para un género específico. ¿Qué era? Un fraude, un carné de identidad mentiroso que rehuía mostrar. Estaba preso del silencio, sentenciado por una culpa sin ser culpable. No era una simple preferencia… ¡Ojalá! Gay o lesbiana hubiese sido bueno. No me hubiese preocupado el Espejo, habría tirado a una hoguera los prejuicios para disfrutar lo elegido. Pero no, no era eso. Había una riña fuerte en mi identidad, pero peleaban bajo y yo no siempre oía. Mi nombre era mujer pero yo era otra cosa, una cosa que no había definido. Un día se me escapó la psiquis, voló sin explicarme y compartí una cama, dos, tres… En ellas no fui hembra y ni así me encontraba. Ambigüedad en el cuerpo, detalles llamativos que yo no detectaba. Era tarde y no sabía qué era. El Varón me gritaba para que yo lo oyera.
Me hice íntimo amigo de la soledad, me hice un clon de la incertidumbre. Mi nombre no era mío y se volvió el martillo que a ratos me golpeaba. ¿Qué era yo? Me fui haciendo un enfermo de músculos, un débil de piernas, un baúl de signos, de síntomas todos inexplicables. “No sabemos”, era el diagnóstico de siempre y yo tampoco lo sabía. Afuera todos murmuraban saber, pero era mentira que sabían. A la soledad le agregué un amigo llamado sufrimiento, lo senté en la Silla que se me hizo Trono inexplicablemente. ¿Qué era yo? ¿Muy Varón `para ser Hembra o muy Hembra para ser Varón? Una definición incompleta con genitales muy raros para cualquier marido y quizás discretos para cualquier mujer. Ma-ri-do, no me sonaba eso, mi psiquis lo rechazaba. ¿Qué era? Era tarde ya y aunque me resistía cuando me hablaba el cuerpo, al gemir fuerte la psiquis supe lo que decía. Nada del otro mundo, vocales mal puestas en mi nombre.
Me morí, estuve muerto por años y una tarde constaté el sabor de la resurrección. Desperté tal vez, me aburrí de la muerte y de la incertidumbre. Y le quité la voz al cuerpo, dejé en casa la confusión y regalé mi voz cual era: fuerte, grave, sin máscaras, peleada a muerte con mi nombre. Ella me hablaba suave, me exploraba, me devoraba con su excelente disimulo, me buscó en tantas entrevistas que supo encontrarme pero no me lo dijo, el veredicto final lo dije yo. ESTOY EN LA LINEA DE LO INCOMPLETO QUE PUEDE COMPLETARSE. No es la antropología, ni la neurología, ni la endocrinología los que tienen la última palabra. Es un diagnóstico simple, una pieza que le faltaba a mi rompecabezas y supe que se llamaba ACEPTACIÓN. Entendí entonces mis genitales, mi ausencia de feminidad, lo mal que me fueron siempre las ropas color rosa. Mi voz dejó de espantarme y le quité la máscara, le hice un swing esquivo a mi nombre y entendí lo que hacía tiempo había debido entender.
La liberación no llega sin romper cadenas y las cadenas no se rompen sin esfuerzos. ACEPTACIÓN, decía la Receta, un diagnóstico simple, tan simple como efectivo. Ya me llevo bien con el espejo, le hablo incluso. No fue preferencia sino una condición impuesta por Natura que no fue mala ni buena, fue NATURA nada más. Se me hizo tarde, pero le di la mano al tiempo, le grité fuerte sin disimulo alguno y soslayando el nombre, mal nombre que nunca me encajó. Pero lo importante es que ya me sé y es muy bueno saberse. Soy…el reverso de lo que decían que era. Soy…un Hombre escondido por años, era mudo, era sordo, era ciego. Pero ya hablo, oigo y veo. Y estoy… ahí donde están muchos, justo en la línea autorizada para elegirse. Ahí estoy.
_
*Como persona intersexual, M. Castellanos quiso compartir sus vivencias sobre el difícil camino de la transgresión, en el que ha tenido que cuestionar esquemas, aprendiendo y desaprendiendo, midiendo sus contenidos y bordes con les otres para armar su propia identidad.
Deja una respuesta