«De hortensias y de violetas» en la UCI: el poder del teatro contra la lesbofobia

Por Suyen López Betancourt

Fotos cortesía de la autora

Confieso que nunca me había gustado leer teatro, me parecía tedioso por la forma en la que está escrito, pero cuando hace casi 10 años me prestaron el libro Baños Públicos, que consistía en una recopilación de obras teatrales cubanas, lo hicieron con una recomendación de una obra en particular.

Cuando empecé a leer no pude parar hasta llegar al final, así conocí De hortensias y de violetas, de la autora Esther Suárez Durán, una obra que trataba un tema prácticamente desconocido, polémico y oculto… ¿ocultado?. Cuenta la historia de Alejandra y Gabriela, una pareja de lesbianas que deciden tener un hijo, en una sociedad patriarcal que discrimina todo lo que se sale de la mal llamada “normalidad”.

Era el último trimestre del año 2009, yo cursaba mi 5to año de estudios en la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), donde en realidad era más conocida por mi desempeño académico y mi participación en los Juegos Deportivos en varios deportes, en los que logré medallas de todos los colores, pero cuando leí De hortensias y de violetas quise darle una oportunidad al teatro.

Decidí que no me podía quedar con todas esas sensaciones que me había provocado la lectura, tenía que compartirlas con las personas a mi alrededor; y, con la cercanía de los Festivales de Artistas Aficionados, se me ocurrió escribirle a un amigo con experiencia en el teatro con la idea de montar la obra.

Mi amigo enseguida me hizo una propuesta de casting: yo interpretaría a Gabriela, uno de los papeles protagónicos, y una antigua conocida mía, que tenía amplia experiencia en el teatro, sería Alejandra. Las dos estudiamos en el mismo Politécnico, pero no teníamos relación alguna, por el contrario yo siempre pensé que le caía muy mal y más de lo mismo pensaba ella de mi parte.

Debo decir, que a esas alturas mi orientación sexual no era secreto para nadie en la universidad, nunca intenté ocultar mi orientación sexual una vez “descubierta”.

Durante el montaje de la obra decidimos acortarla un poco para que no fuera tan larga y modernizar algunos textos, quitando palabras rebuscadas y dejando un lenguaje común, simplificado para que lo entendieran mejor todos los públicos.

Además de Alejandra y Gabriela, la obra tenía otros dos personajes, Delicias, “joven poco agraciada”, según la descripción de la autora, y Alma, hermana de Alejandra. El mayor cambio a la obra original fue que el director tuvo la genial idea de darle el personaje de Delicias a un muchacho, para introducir una persona trans y darle más diversidad a la presentación.

Estos dos personajes estarían a cargo de dos ases del teatro aficionado de la UCI, él y ella, habían ganado premios de actuación en varias ocasiones. Eso nos dejaba con 3 actores de cierta experiencia y una lesbiana que nunca antes había actuado, que solo se había leído la obra correcta y quería defender de lo que en ella se hablaba.

También cambiamos besos por abrazos o tomadas de mano por el miedo a que nos prohibieran la presentación, pues ya para muchos solo el tema de la obra era exagerado, y más aún cuando ya teníamos una persona trans en ella. Al final, lo importante era que pudiéramos dejar un mensaje, que solo iba a ser posible si lográbamos la presentación.

El día del estreno, durante el Festival de Artistas Aficionados a nivel de facultad, el teatro se llenó hasta con muchísima gente de pie, pues como en los pueblos chicos, se regó por toda la universidad que estábamos montando una obra de lesbianas. Una presentación de teatro en la UCI nunca se había llenado tanto.

El público era muy diverso y por supuesto no faltó nadie de la comunidad LGBT, pero también había muchas miradas curiosas, otras tantas recriminatorias, otras que decían: “no se atreverán”, pero todas atentas, a la espera de lo que “unos locos se habían atrevido a hacer”.

La primera vez fue, por mucho la más difícil, los nervios nos dominaban a todos, pero una vez que empezamos solo se escuchaba un enorme silencio, también risas, porque la obra tiene mucho de comedia. Hubo al menos dos ovaciones antes del final y una gigante cuando terminamos, ahí finalmente pude mirar al público, hubo lágrimas, risas, asombro, pero en nadie se vio reproche ni odio.

Una de las cosas más impactantes fue el abrazo entre lágrimas que me dio uno de mis compañeros de aula, de los chicos más “machos” que yo conocía, casi dos metros de alto por uno de ancho, y estaba ahí con su novia, llorando, diciéndome: “¡qué bonito coño!, qué bonito”.

Ganamos Oro y la posibilidad de presentarnos a nivel universitario, por lo que los objetivos se estaban cumpliendo: visibilizar a una comunidad que todo el mundo sabía que existía y nadie quería reconocer, y lograr una empatía hacia las personas LGBT.

En lo adelante, nunca hubo una presentación que no fuera un lleno completo, un público que no era exclusivamente personas de la comunidad LGBT, y siempre obteníamos las mismas impresiones. En la presentación a nivel de universidad fueron incluso varios decanos a vernos.

En esa oportunidad también ganamos el Oro y clasificamos para el festival provincial, estábamos protagonizando un éxito rotundo, que no se libró de las críticas, pero nunca hacia al montaje o las actuaciones, sino por el tema que tratamos.

Estoy segura que De hortensias y de violetas marcó un antes y un después en la forma en que nos veían a las personas LGBT, incluso en la forma en que nos veíamos nosotros mismos. Hubo salidas del clóset motivadas por la obra y la mentalidad de varias personas cambió mucho.

Acciones de homofobia contra la obra

En el Festival Provincial de Artistas Aficionados, sin duda fue la obra más aplaudida, y volvimos a obtener Oro, aunque inexplicablemente no clasificamos para el Festival Nacional, esa fue la primera vez que nos dimos cuenta que la homofobia no nos había abandonado.

Por regla general, junto con la calificación de Oro llega el pase al Festival Nacional, excepto cuando la obra causa polémica sobre temas “sensibles”, al parecer, desgraciadamente no fue la única vez que trataron de silenciarnos.

Durante una de las Jornadas por la Lucha Contra la Homofobia, una representación del CENESEX, incluida su directora Mariela Castro Espín, visitó la UCI, y entre las actividades planificadas, para amenizar la visita, estaba la presentación de la obra.

Sin embargo, a última hora suspendieron la presentación sin darnos ninguna explicación. Los representantes de la universidad dijeron que fue un problema de tiempo, pero la obra no duraba más de media hora. En su lugar presentaron otra que no tenía ningún contenido homosexual e incluso mayor duración.

Como no podían justificar su homofobia nos dijeron que no podíamos presentar una obra con besos lésbicos, sin embargo, después de haberla presentado más de 10 veces, todo el mundo sabía que en la obra no había besos. Finalmente nos dijeron que había sido cosa de la gente del CENESEX.

Nunca supe con seguridad lo que pasó, pero para mí era imposible pensar que alguna de las personas que estaban entre los visitantes del CENESEX, varios de la propia comunidad LGBT, hayan estado en desacuerdo con la presentación de una obra de ese tema.

Incluso logré intercambiar con una mujer trans que venía en la delegación y me confesó que le hubiera encantado ver la obra nuestra en lugar de la otra que se había presentado. Lo cierto es que había algunos directivos que querían negar la existencia de una gran cantidad de personas homosexuales en la universidad, pero nunca lo lograron. Éramos visibles y eso aumentó en los años posteriores, la obra influyó mucho en eso.

Antes de la realización de esta obra no me preocupaba por la visibilidad de la comunidad LGBT, nunca creí que fuera mi problema, a pesar de que yo misma era parte de esa comunidad. No fue hasta después de la obra, que me di cuenta de que necesitábamos hacernos ver, levantar nuestras identidades al mundo, luchar por nuestros sueños: el matrimonio, la maternidad/paternidad, la aceptación y el reconocimiento.

No quiero que vivamos escondidos y apartados. Yo quiero más, quiero que besar a mi pareja sea considerado un acto de amor aunque seamos dos mujeres, y ahora sé, que debo luchar y hacerme visible para lograrlo.

La representación de la obra De hortensias y de violetas, fue una experiencia única para mí, pero también para mis compañeros de la universidad y hasta los profesores. Ayudó a que las personas LGBT dejaran de sentir miedo a ser rechazadas por su orientación sexual o su identidad de género, y también para que quienes no formaban parte de la comunidad entendieran nuestra realidad con otros ojos, desde una perspectiva más humana.

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