Rocío Baró Guerra
Muchos de mis amigos, una vez que se enteraron de que tenía una relación con una mujer, lo primero que me dijeron fue: “¿por qué no me lo dijiste antes?”, o “¿qué tan difícil fue para ti vivir en el clóset?” Mi respuesta siempre es la misma: nunca estuve en el clóset.
Y es que eso era algo que yo no sabía, que simplemente pasó. Un día una muchacha me escribió varias cosas por Messenger que a todas luces eran un filtreo, aquello me pareció raro pero no me molestó. En aquel momento se lo comenté a la amiga más progre que tengo y sus palabras fueron: “si no te molesta, explóralo hasta donde te sientes cómoda” Y eso hice.
Antes de dar cualquier paso hacia la experiencia física del asunto tuve muchísimas horas de reflexión y de conversación tanto individual, como con muchos de mis amigos. Y agradezco tantísimo haber tenido con quien compartir ese proceso.
A mi madre le comenté también en varias ocasiones lo que estaba experimentando, y Georgina siendo como es respondió a todo con una sonrisa. Un día llevé a Eve a la casa, se la presenté como mi novia, y esa fue toda la conversación que tuvimos respecto a mi preferencia sexual. Después de 26 años de una relación madre-hija súper sólida, no hace falta más nada.
Mi abuela se enteró ese día también, mi familia paterna se enteró por Facebook y el mismo día que se enteraron me llamaron de uno en fondo para decirme: “todos estamos súper orgullosos de ti y no hay nada que pueda cambiar esto.”
Jamás he sentido por parte de mi familia, ni de mis amigos, ningún tipo de discriminación, y sé lo afortunada que soy por ello.
Pero a mi papá le costó aceptar esa noticia (como 2 días quizás, no sé, nunca hablamos de eso). Mis abuelas y mis tías nunca saben decir si Eve es mi novia, mi pareja, o qué sé yo y se debe a que no tienen herramientas para ello, porque cada persona se parece más a su generación que a cualquier otra cosa.
En el mundo en que vivimos hoy tenemos que estar claros de que a veces a nuestra familia le va a costar adaptarse a ese cambio, más si están varias generaciones por encima de nosotros, y tenemos que permitirles ese espacio y respetarle su proceso, como mismo exigimos que se nos respete nuestra decisión, y educar con paciencia y con amor. Estoy hablando del caso específico de esas familias donde lo más importante es el amor que se tienen entre sus miembros y no la preferencia sexual de cada quien. Tristemente, no aplica a todos los casos.
El mundo al que tenemos que aspirar, y es aquí donde entra el Código de las Familias con todos los cambios que propone, es uno donde las madres, padres, tíos, abuelos tengan las herramientas para saber que están criando a una persona, sin precon- cepciones de género, sin criterios establecidos, sin comportamientos predeterminados. Una persona libre de elegir quién quiere ser, cómo vestirse, a quién amar.
No será fácil, y hay que educar muchísimo a todos los que serán actores de ese cambio para que el mensaje llegue limpio y claro; pero hay que caminar hacia el cambio, porque muchas familias lo necesitan, porque hay siglos de trauma que superar y porque el amor siempre tiene que ser la guía y el material principal para hacerlo todo posible.
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